Los candidatos de Podemos y Ciudadanos muestran el candor de un niño, y por entre sus propuestas asoma la rebeldía del quinceañero. Acaban de nacer y es natural que aún no tengan la frente arrugada. Pero la coyuntura en la que llegan les exigirá, ya desde la cuna, conducirse con la responsabilidad de un adulto. En algún sitio gobernarán, y en otros muchos decidirán, y entonces recaerá sobre ellos la responsabilidad de no defraudar a quienes los gestaron con la esperanza de alumbrar a dos bebés mesiánicos que saquen de la política a corruptos, raposos y paniguados. Deberán exhibir una actitud principesca -integridad, regeneración, lozanía, coherencia- o la sociedad les zurrará la badana con furia en las elecciones venideras y les pagará con la misma moneda con que Roma pagó a los traidores de Viriato.