El debate con los seis candidatos autonómicos tuvo un triunfador innegable: Juan Antonio Pedreño, que no participaba pero consiguió que se celebrara tan saludable y democrática confrontación. Otro de los ganadores fue Pedro Antonio Sánchez, porque desoyó a sus asesores (y a los inmovilistas del partido) y arriesgó su ventaja en la carrera hacia las urnas para dar la cara en un combate que a ratos fue, por lógica política, de cinco contra uno. ¿Y qué? El candidato del PP no salió escaldado. Al contrario: aguantó sin tambalearse. No se trata aquí de dictaminar qué aspirante ganó el debate, pero sí de poner en valor que Sánchez se prestó a jugar una partida ciertamente difícil, y que solo por eso él sumó puntos en su afán de convencer a tirios y troyanos de que otra forma de hacer política es posible, también en el PP.