Qué desalentadora resulta la imagen de una trituradora tragándose documentos de los concejales cesantes. Al irse, el político debería llevarse una caja con sus objetos personales, el bolsillo vacío y la conciencia tranquila. Todo lo demás no le pertenece. Es de titularidad pública, así que la trituradora da que pensar, y más aún las prisas por enchufarla. Hillary Clinton utilizó su cuenta privada de correo para su correspondencia oficial como secretaria de Estado, y con esa mochila se ve ahora obligada a emprender su camino hacia la Casa Blanca, porque el pueblo estadounidense entiende que, al obrar de esa forma, Hillary le estaba hurtando información que merecía ser conocida y procesada por la Historia. Aquí se nos llena la boca de transparencia, pero preferimos que la Historia se escriba sobre virutas de papel.