En los ayuntamientos es donde se hace la política de verdad, porque se vive con más corazón que retórica. Allí sienten los alcaldes el aliento de los vecinos en el cogote, la inevitabilidad de salir a su encuentro en la calle, la responsabilidad de tapar a tiempo una arqueta rota, el sueño de legar una ciudad mejor a las generaciones venideras. ¿Qué senador podría, desde su butacón del Palace, enorgullecerse de su trabajo tanto como un alcalde de pueblo? ¿Quién ha tratado últimamente de cerca a los diputados de ‘su’ circunscripción? Decía De Gaulle que un sistema de partido único sería imposible en un país, Francia, con 246 diferentes tipos de queso, y lo mismo cabe pensar de los 45 alcaldes de la Región, entre los que habrá buenos, malos y mediopensionistas. Enhorabuena a todos. No defrauden a sus vecinos.