Retransmitir por internet los plenos municipales de Murcia es todo un acontecimiento democrático en un ayuntamiento que se había entregado al oscurantismo. Más aún por cuanto no responde a un mandamiento inapelable de la oposición, sino a una promesa electoral de Ballesta. Resulta más tentador inclinarse por pensar que este gesto, y otros como quedar con los vecinos a la sombra de un ficus, obedece solo a la necesidad de un alcalde que gobierna en desventaja frente a una oposición y una ciudadanía muy exigentes y que, arrastrado por dicha circunstancia, coquetea con el populismo para salvar su pellejo. Pero estas cosas, sin que deban confundirse con las que realmente importan -honradez y una gestión eficiente- eran las que demandábamos a los políticos cuando más indignados estábamos.
Algo parecido sucede con Pedro Antonio Sánchez, cuyas ataduras con Valcárcel, su mentor, hacían razonable que se dudara de su alma reformista. Más de lo mismo, se decía. Sin embargo, aquellos prejuicios saltaron por los aires durante la campaña electoral, cuando habló de listas abiertas y consultas populares, y quedaron definitivamente volatilizados en los discursos del debate de investidura y de la toma de posesión, en los que Sánchez marcó otro rumbo, ideológicamente conservador -como le corresponde-, pero a la vez nuevo, diferente, rompedor. La composición de su Gobierno sigue, sobre el papel, estos mismos pasos en dirección a otro tiempo y a una política nueva. La proporción de mujeres y hombres -seis y tres- rebasa por la izquierda a los partidos y a los sindicatos de clase que abogan por promover listas cremallera (que luego ellos no siempre aplican, según muestra un simple vistazo a los grupos de la Asamblea Regional). Es un Gobierno de independientes, amable, más de palomas que de halcones, más joven que añoso, más de técnicos y gestores que de políticos con espolones, más de calle que de campanario. También éstas eran condiciones que pedíamos a los gobernantes, hace apenas cuatro días.
Y es un Gobierno difícilmente imaginable sin otro presidente al frente. Dicen que los caballitos de mar eligen pareja para toda la vida y que, al enviudar, se refugian en la soledad y algunos, incluso, se mueren también prematuramente. La mayoría de los consejeros de Sánchez son, probablemente, de quita y pon, en el sentido de que parecen hechos para este presidente y para este momento, en el que los guiños cuentan y mucho. Nunca hasta hoy una legislatura había arrancado en Murcia con el riesgo de la provisionalidad que enfrenta este Gobierno, en minoría parlamentaria y pendiente su presidente de una querella de desenlace imprevisible, pero hay que darle los protocolarios cien días de gracia. Y luego, a ver qué es capaz de hacer. Mostrar un rostro amable está bien para la foto del primer día. Lo importante será que solucione los graves problemas de la Región, y que se comporte siempre como un caballito de mar, un animal simpático pero también el más certero a la hora de capturar a sus presas.