Los Presupuestos son, fuera de una convocatoria electoral, el tablero en el que los gobiernos libran cada año su batalla más importante. Las cuentas del Estado presentadas ayer por Cristóbal Montoro presagian otro episodio de cicatería inversora en Murcia -uno más-, y solo arrojan como lectura positiva el hecho de que pueden ser enmendadas durante su tramitación parlamentaria. A eso deberán aplicarse desde hoy mismo el PP regional y el presidente Pedro Antonio Sánchez, cuyo maratón de semanas atrás con cinco ministros de Rajoy dejó muchos selfis pero escaso rédito. Lleva razón el Gobierno autónomo cuando, necesitado de algún consuelo, subraya que los Presupuestos recogen «todos los hitos históricos» de la Región en infraestructuras -incluida la segunda fase del soterramiento del AVE en Murcia-, que secularmente eran ignorados o se dejaban deslizar hacia anualidades posteriores, si bien olvida mencionar el Corredor Mediterráneo, para el que no se destina un solo euro y que, sin embargo, verá duplicada en Alicante la inversión de 2015. Pero esta interpretación almibarada del Ejecutivo no esconde la doble realidad de que los Presupuestos reducen un 22% la inversión pública prevista para 2016 -más que en ninguna otra comunidad-, y de que muchos de los proyectos se programan a futuro, con el riesgo de un horizonte electoral tan próximo como incierto; y, todo eso, con el agravante de que a fecha de hoy solo se ha ejecutado en la Región el 36% de los Presupuestos de 2015.

«Troppo vero» (demasiado veraz), exclamó Inocencio X al contemplar el cuadro que le pintó Velázquez, en el que el sevillano plasmaba con realismo la ancianidad del Papa y la fatiga que había dejado en su rostro la disputa del Pontificado con otros cardenales. No le gustó el retrato a Inocencio X. Y lo mismo podría decirse de estos Presupuestos. No gustan porque dibujan una realidad roñosa para con Murcia. Lo que conviene hacer no es maquillarla, sino cambiarla.