El congreso extraordinario de CC OO que eligió a Ángel Soler secretario general terminó con tres emisarios de Madrid metiendo sus papeletas en la urna regional y al grito de «¡tongo, tongo!». Soler ganó por solo dos votos, y cuentan que el bochorno se apoderó de muchos afiliados. La dirección nacional revocó ayer el nombramiento y ordenó repetir el congreso, en una decisión que alimenta el sonrojo y la deriva triste de un sindicato que fue poderoso y se condujo siempre por caminos democráticos. Da que pensar lo sucedido, y más se presta a la tristeza que a la chanza, pero también a una reflexión inevitable y profunda acerca del paradero de unas organizaciones -los sindicatos- que parecen haberse quedado atrás en la historia que ellas contribuyeron orgullosamente a forjar.