Las tradiciones populares forman parte también de la memoria histórica, aunque no tengan la gravedad de las atrocidades del pasado que aún deban ser -justamente- recordadas y restañadas. Desproveer a los Reyes Magos de su rico boato oriental para vestirlos con bata de boatiné coloreada al estilo de Ágatha Ruiz de la Prada, pinchar música ‘house’ en lugar de villancicos, y sustituir a los camellos por triciclos, ha convertido la Cabalgata de Madrid en un desfile multiétnico inadecuado, más propio del Carnaval que de estas fechas. Y rescatar en Valencia el desfile republicano de Libertad, Igualdad y Fraternidad, las ‘reinas magas’ que hasta 1937 hacían las veces de Melchor, Gaspar y Baltasar, constituye una falta de respeto a la memoria histórica, además de una tontuna memorable.