La política requiere una capacidad colosal para vestir cualquier santo, tanto si este tiene forma de torpeza como de contradicción o de vileza. Emiliano García-Page se declara partidario de que Pedro Sánchez forje un acuerdo de investidura con Albert Rivera antes que con Pablo Iglesias, pero él acaba de pactar con Podemos en Castilla-La Mancha para sacar adelante sus Presupuestos. O sea, para poner a salvo sus posaderas. Y lo ha hecho, por exigencia de Podemos, a costa de recortar el dinero que su Gobierno destina a la enseñanza concertada, pese a que sus hijos estudian en un colegio religioso -y concertado- de Toledo. Pero seguro que tiene una explicación para responder a semejante incongruencia. La política no es el arte de lo posible, como Aristóteles pensaba, sino la habilidad para darle la vuelta a la tortilla. Y a lo que haga falta.