Los niños andaluces ya no son andaluces, sino ‘población andaluza’, a sus políticos deben llamarlos ahora ‘clase política’, y ellos mismos han dejado de ser alumnos para convertirse en ‘alumnado’ o, todo lo más, en ‘alumnos y alumnas’. Bien podría suceder que hubiera solo cuatro niños y ninguna niña en el aula de turno, ¿y entonces qué, cómo debería dirigirse a ellos su profesor? Da igual. Desoír este precepto será motivo de sanción en los colegios andaluces, (¡y andaluzas!), porque así lo dispone el nuevo plan de género de la Junta, en el que la norma gramatical más básica se ve engullida por la modernez rampante. Si Miguel Hernández se reencarnara hoy en un pueblo de la comunidad vecina, no le dejarían escribir ‘andaluces de Jaén, aceituneros altivos’. Lo castigarían de cara a la pared.