Desconsideración de Lola Sánchez, la eurodiputada murciana de Podemos, a los votantes del PP: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen»
Hay un hecho cierto en torno a Podemos que nada tiene que ver con prejuicios y derivas ideológicas. Empresarios, prescriptores de opinión conservadores y políticos de otros partidos hablan bien, aunque lo cuchichean al oído, de los dirigentes de la formación morada a los que han conocido en la distancia corta. De Óscar Urralburu cuentan -‘sotto voce’, sí, pero lo hacen-, que es un tío radical pero juicioso; de Antonio Urbina, que la prudencia rige sus intervenciones en la comisión investigadora de la desaladora de Escombreras, donde lleva la voz cantante de Podemos y que tan golosa resulta para morder desde la oposición, y de Alicia Morales y Ángeles Micol, que trabajan en el Ayuntamiento de Murcia con un rigor poco común en otras formaciones.
Podemos tiene también en la Región una eurodiputada. Es Lola Sánchez Caldentey, ‘la chica del gin-tonic’. La conocí en Youtube, donde una arenga vibrante en la Universidad de Salamanca, inteligentemente propagada después por las redes sociales, la encaramó por sufragio universal de los internautas simpatizantes con la causa del 15M al cuarto lugar de la candidatura de Podemos a las elecciones europeas de 2014, por detrás solo de Pablo Iglesias, Teresa Rodríguez (la sólida lideresa andaluza) y el exfiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. Y salió elegida. Pasó de poner copas en La Manga a sentarse en el Parlamento Europeo, y desde Bruselas enarbola la bandera de la juventud española a la que la crisis ha condenado a un 60% de paro, a la emigración y a la falta de expectativas vitales. Lola era, en fin, una joven sobrecualificada que se ganaba la vida a precio de convenio colectivo, y que estalló de rabia cuando una concejal de Cartagena le preguntó por qué trabajaba en un bar si tan preparada estaba. A punto estuvo Lola de verter un gin-tonic sobre la cabeza de aquella edil estúpida, y así fue como se hizo con su sobrenombre y, más tarde, con su escaño europeo.
Cuando resultó elegida para viajar por medio mundo y representar a su país en la construcción del proyecto europeo, no me pareció que la gente que la había votado fuera tonta; ni pensé que los millones de electores que habían apostado por Podemos hubieran perdido la cabeza. Hice un análisis más primario. Me dije que el personal estaba harto de los partidos tradicionales y de la corrupción, y que la consecuencia natural de tal hartazgo era el surgimiento de Podemos y Ciudadanos y el castigo que, efectivamente, se infligió a PP y PSOE en aquella cita de las europeas y en los subsiguientes comicios municipales y autonómicos de 2015. Ella, en cambio, lo ve de otra forma. ‘La chica del gin-tonic’ supone que quienes ahora han votado al PP de Mariano Rajoy (7.902.147 españoles, entre quienes se cuenta a 293.943 murcianos) son tontos del haba, políticamente inadaptados, gente que no podrá redimirse de su error y que, por consiguiente, merece ser perdonada. En la noche del 26J, mientras miles de afiliados al PP jaleaban a su líder Rajoy, le hacían botar en el balcón, y gritaban enfervorecidos en la calle Génova «¡Sí se puede, sí se puede!» (qué curiosa ironía), Lola Sánchez Caldentey escribía en Twitter: «Perdónalos porque no saben lo que hacen». No fue una brusquedad irreflexiva. Cuatro horas más tarde, su cuenta añadía este otro mensaje: «Éxito de las élites político-económico-mediáticas: que sectores sociales voten, decidan, seguir siendo expoliados -> El esclavo agradecido».
Más o menos a esa misma hora, los dirigentes regionales de Podemos, esos a los que desde la derecha sociológica de Murcia se respeta porque se muestran juiciosos, explicaban su fracaso en las urnas con naturalidad, sin necesidad de desconsiderar a nadie. «Se ha desmovilizado el voto del cambio», explicó Óscar Urralburu. ‘La chica del gin-toinc’, sin embargo, se embriagó del fracaso de su gente y llamó tonta a la otra gente. Haría bien en leer a Winston Churchill: «El político debe ser capaz de predecir lo que ocurrirá, y de explicar luego por qué no ocurrió lo que él predijo». A la vista de sus tuits, ella no tiene una explicación solvente para el descalabro de Podemos -o la expresa también a hurtadillas-, por lo que, si hacemos caso al viejo Churchill, no demuestra condición política. Y, desde luego, tampoco tiene perdón.