El mayor castigo que se puede infligir a un imputado es mantenerlo una eternidad con la soga al cuello, y en esta región hay causas de corrupción que los tribunales tardan años en cerrar. De ahí que sorprenda el alegato del presidente del Tribunal Superior de Justicia contra «los linchamientos extrajudiciales», tan contundente como indescifrable. No precisó Pasqual del Riquelme en su discurso de apertura del año judicial si, al hablar así, pensaba en la opinión publicada o en los políticos que no respetan la presunción de inocencia de otros políticos. Sería preferible la primera opción, y otro día lo discutimos. Más arriesgada resultaría la segunda hipótesis, porque alguien podría ver en ella una decantación impropia de la máxima autoridad judicial, teniendo en cuenta los acontecimientos que están por venir.