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Joaquín García Cruz

Menuda política

Si yo fuera PAS

La exigencia ética de la dimisión de un cargo público debe situarse en la apertura del juicio oral, y no en la imputación, de la que ningún gobernante está a salvo en un sistema jurídico como el nuestro, garantista y con acusaciones particulares de por medio. Pero, si yo fuera PAS, dimitiría ya. Es arriesgado siempre ponerse en la piel de otro, y aún más aventurado incrustarse en su cabeza, pero yo haría, si estuviera en su lugar, un cese en diferido. Al recibir la citación del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) para declarar como investigado -momento procesal, no antes, en el que estaría técnicamente imputado- organizaría la sucesión con mi partido y los otros 21 diputados del PP en la Asamblea Regional, dado que de entre ellos habría de salir, preceptivamente, el sucesor. Para qué especular con que si Marcos Ortuño, Francisco Jódar, Patricia Fernández o un tapado. Eso da igual ahora, porque sacaríamos del escaño a un presidente que se sabría interino. Mi pacto de caballeros con los míos supondría dejar la jefatura del Gobierno pero mantener el acta parlamentaria, al objeto de poder ser restituido en la presidencia cuando me llegara la absolución o el archivo de la causa.

Esta sucesión ordenada frenaría a los grupos de la oposición -que tienen mayoría de votos en la Cámara- ante la tentación de presentar una moción de censura que desalojaría a mi partido del poder. Mi alejamiento del foco aliviaría también la presión a la que desde ayer se ven sometidos el Gobierno de Rajoy y la dirección nacional del PP, pero, ante todo, atajaría una crisis institucional que a nadie beneficia y que tanto puede perjudicar, a la imagen de Murcia y al devenir mismo de la economía regional. Sería un ejercicio de responsabilidad, probablemente aplaudido por la sociedad. Primero, la Comunidad Autónoma, después, mi partido y, en último lugar, yo.

El siguiente paso sería renunciar a mi condición de aforado, mediante un escrito al juzgado instructor de Lorca y otro a la Sala de lo Penal del TSJ, para que unos y otros resolvieran ante qué instancia debería prestar declaración en tal coyuntura. Ya sin blindaje. Como los otros encausados en este mismo caso. Como el resto de los mortales, en suma. Abdicar de este derecho forma parte también del privilegio inherente al aforamiento.

Llegados a este punto, volcaría la totalidad de mis energías y de mi tiempo en defenderme de las graves imputaciones que manchan hoy mi honor -imputaciones del fiscal y de la juez-, sin quitarle un minuto ni una noche de sueño a la difícil tarea de gobernar. Y esperaría en casa hasta la completa resolución del caso, convencido de que mi inocencia resplandecerá más temprano que tarde y yo recuperaré la presidencia de la que voluntariamente me fui para minimizar los daños colaterales.

Eso haría yo, si fuera PAS, sabedor de que en el terreno jurídico casi todo está por ventilar aún, pero consciente también de que, políticamente, todo parece ya escrito.

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