España se confirmaría como un país ‘different’ si fraguara la sugestiva propuesta de generalizar la conclusión de la jornada laboral a las seis de la tarde. El globo sonda de la ministra de Empleo para lograr un pacto de Estado en este asunto parece más una maniobra de distracción (fue lanzado en la víspera de que el Congreso tumbara la reforma laboral del PP) que un intento sincero de racionalizar los horarios de trabajo y así facilitar la conciliación. Antes de embarcarse en la quimera de echar la persiana casi a la hora de la siesta, España debería recuperar el huso horario de Greenwich (aunque la ley de la Memoria Histórica no haya reparado en que fue Franco quien nos sacó del meridiano), y aplicarse los partidos en alcanzar otros pactos de Estado -educación, agua, corrupción- para los que, hasta hoy, se han mostrado vergonzosamente incapaces.