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Joaquín García Cruz

Menuda política

Los secretos de Clemente

La historia de la Croem que acaba de publicar es «el libro del olvido», porque recoge solo un 15% de lo vivido por la patronal. Todo no le cupo en casi 300 páginas. Pero escribe un relato paralelo y más íntimo, del que ya lleva sesenta folios: «Ahí está todo»

Clemente García, en la presentación de su último libro, el miércoles pasado. / V. V.

Clemente García, en la presentación de su último libro, el miércoles pasado. / V. V.

La presentación pública del libro que recoge la memoria del empresariado regional (‘Cuarenta años de servicio a la Región, 1978-2018’), escrito por Clemente García, deslizó entre tantos parabienes -todos ellos, de sobra merecidos- una observación que no podía pasar inadvertida. «Es el libro del perdón o del olvido», en el sentido de que solo recoge el 15% de lo vivido por la patronal y de lo sucedido en la Región desde 1978, vino a decir su autor, que es, de largo, la persona que mejor conoce la evolución del movimiento empresarial y uno de los grandes testigos de la historia de la autonomía, a cuya construcción ayudó extramuros de la política, con infinidad de asesoramientos y reuniones, y de cuya capital, por cierto, fue también alcalde hasta 1979. Dicho de otra forma: en casi 300 páginas de tamaño folio, solo le cupo una pequeña parte -el 15%- de los acontecimientos protagonizados, presenciados (y, en muchos casos, seguro) propiciados también por la Confederación Regional de Organizaciones Empresariales de Murcia (Croem), probablemente el ‘lobby’ más poderoso de cuantos ejercen su influencia en esta comunidad autónoma.

El libro del olvido… «y del perdón». ¿Cuáles son esos pecados omitidos deliberadamente en el libro? ¿Quiénes los cometieron? ¿A cuento de qué este ejercicio de comedimiento? A sus 82 años, 33 de ellos entregados profesionalmente a la patronal, a Clemente García le sobran aún fuerzas y memoria para atesorar infinidad de secretos, muchos de ellos inconfesables, que no figuran en el libro por falta de espacio, y que en su gran mayoría se llevará con él, porque no le parece bien airearlos sin que puedan ser replicados por los otros, los que ya no están en este mundo nuestro. Pero, aunque no tiene la intención de publicarlos, algunos de estos secretos sí formarán parte del legado manuscrito a medio hacer que le guarda su fiel Paquita. Sesenta folios lleva ya redactados, y no para de volcar vivencias sobre el papel, al tiempo que lee ‘La destrucción de la democracia en España’, de Paul Preston, y atiende sus obligaciones en el Consejo Económico y Social de Murcia, donde coincide con los también exalcaldes José Méndez y Antonio Bódalo (y al que pronto se incorporará Miguel Ángel Cámara), en la presidencia de la Fundación Antonio Campillo y en la vicepresidencia de la Obra Social de la CAM, a la que Clemente García recuerda que fue enviado por la Administración regional «para salvar los muebles».

La trayectoria vital de Clemente García es la de un hombre en misión permanente, siempre con alguna empresa entre manos. Dotado de un aura de poder que le hacía pasar para el imaginario popular por una de las personas más influyentes de la Región, figuraba sistemáticamente, por ejemplo, en el tercer lugar de una lista que cada año publicaba un periódico nacional, por detrás del presidente autonómico de turno y de Carlos Egea, a la sazón mandatario de Cajamurcia. A Clemente, eso le parece una exageración, aunque no esconde que estuvo en todos los ajos, empezando por la prehistórica constitución del Consejo Provincial del Movimiento, que había que crear en 1971 a la luz de la ‘ley Solís’ de asociaciones políticas, y cuya vida orgánica se redujo a una sola reunión, porque cada uno de los futuros partidos debía aportar al menos 25.000 afiliados pero ninguno estaba en condiciones de hacerlo, ni siquiera el Movimiento Nacional. Clemente intervino en aquella reunión, que presidía el gobernador civil Enrique Oltra Moltó: «¿No tienen ustedes 25.000 simpatizantes? Entonces, cierren la tienda». Allí, y así, se levantó la sesión.

Compartió confidencias con Tarradellas, el cardenal Tarancón y Adolfo Suárez, aunque, puestos a elegir, se queda con una conversación, posiblemente atiborrada de tabaco, que trabó en el hall de un hotel de Murcia con Santiago Carrillo, después de una mesa redonda: «Me explicó cómo había llegado a la conclusión de que era mejor vencer a Franco metiendo a los comunistas en la Administración, porque le salía más barato en recursos, en presos y en muertos».

Traza Clemente en su libro un breve bosquejo de todos los presidentes que han comandado a la patronal. De José Luis Villar pondera la sabiduría para poner en marcha la confederación; de Francisco José Vicente Ortega, su visión del mundo exterior, aprendida durante su gestión al frente de la Hermandad Farmacéutica (Hefame); de Tomás Zamora, el empeño -conseguido- por estrechar relaciones con los sindicatos y por imprimir un sello de certificación de calidad a las empresas; de Miguel del Toro, la idea de independencia y de vigilar mejor a la Administración; y, de José María Albarracín, destaca Clemente que constituye «un hallazgo para el sector empresarial». Y a la Croem la considera hoy Clemente «un milagro», por cómo pasó de la confrontación a la concordia, y por cómo superó obstáculos en su relación difícil con la patronal de Cartagena y con la Cámara de Comercio o por cómo salvó numerosos tropezones con los políticos, pues -asegura Clemente- la Croem no ha sido tan dócil con los gobiernos como pudiera creerse, aunque admite, y lo cuenta en este su último libro, que hubo también desengaños en estos cuarenta años de andadura. Cita tres: la frustrada región biprovincial con Albacete, que la patronal propugnó sin éxito; el Trasvase Tajo-Segura, «que vive su peor y más delicado momento», y el ferrocarril, que la Región de Murcia ha sido incapaz de modernizar, con la particularidad de que el convenio firmado en 2001 en San Esteban por el exministro Álvarez Cascos y los presidentes de Valencia, Murcia, Madrid y Castilla-La Mancha, donde se establecía la llegada simultánea del AVE a las tres comunidades (papel mojado, finalmente) fue redactado por Clemente García.

El ‘alma mater’ de la Croem durante tanto tiempo, el empresario sin empresa que llevó a la patronal y la trajo a lo largo del tiempo, el influyente hombre que no se reconoce poderoso, ha dejado innumerables secretos -y no solo los relativos al empresariado- en el tintero utilizado para su último libro, pero ya lleva 60 folios de un relato paralelo y más íntimo, el que escribe a ratos y que Paquita le custodia celosamente. «Ahí está todo».

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