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Joaquín García Cruz

Menuda política

¿Y si Ballesta le ganara (también) al PP?

José Ballesta, alcalde de Murcia. LV/ José Ballesta, alcalde de Murcia. LV

Cualquiera que haya paseado estos días de Navidad y Reyes por el centro de Murcia habrá visto a turistas nacionales haciéndose fotos, algunos con fruición japonesa. Dejar constancia de semejante observación sería una perogrullada si este fervor por el selfi no fuera algo infrecuente en Murcia, por extraño que parezca. Los visitantes suelen dedicar a la séptima ciudad española apenas el rato que se tarda en admirar el Casino y la Catedral, contemplar las tallas de Salzillo y tomarse una marinera en la plaza de las Flores, porque prefieren, no sin motivos, ocupar su tiempo en recorrer la inabarcable Cartagena y disfrutar en la playa de una calidez invernal que ni por casualidad se pueden permitir en sus lugares de origen. Navidad en Murcia, quién lo hubiera dicho. Quizá estemos ante un reclamo con más pegada que la degustación masiva de pasteles de carne en las Fiestas de Primavera. Algún dato hay que arropa esta percepción tan peregrina del cronista sobre una mayor afluencia de turistas:la ocupación hotelera ha crecido un 8,32% desde Nochebuena y en Nochevieja alcanzó el 87,31%, que es el récord histórico de la ciudad. Según el ‘big data’ municipal, la mayoría de los huéspedes de esos días procedían de la Comunidad Valenciana, Madrid y Andalucía. Pero, números aparte, no podrá negarse que el gentío callejero de Navidad (a veces, incluso agobiante) ha favorecido un cambio de imagen que, aunque efímero y cosmético, ha alegrado el semblante de una ciudad que tenía cara de ajoporro hasta con las guirnaldas puestas y ahora, sin embargo, ofrece un bullicio merecedor de regocijo. Lo diré sin ambages: da gusto deambular estos días por el cogollo de Murcia (esa zona sin coches que el Ayuntamiento llama pomposamente ‘isla peatonal’), pese a que tiempo atrás se apostó equivocadamente por despojarla del alma de los pequeños comercios en favor de las grandes zonas que campan por sus anchas a las afueras de la ciudad. Algo habrán influido en favor de esta Murcia hoy más jaranera los mercados navideños de la Glorieta, Alfonso X el Sabio, la Seda y otros jardines, la bola gigante de luz parpadeante en la plaza de Santo Domingo, el árbol monumental de la Redonda, los espectáculos de fuego en el río, la Banda de los Guardias Granaderos del Ejército británico soplando trompetas y saxofones por la Gran Vía, los conciertos líricos en Belluga y cuantas otras actividades componen un programa por el que es de justicia felicitar al Ayuntamiento, aunque seguro que deja una retahíla de aspectos mejorables y un regusto amargo en muchas pedanías, para las que nunca alcanza el dispendio.

Solo hay que echar un vistazo al voluminoso programa oficial de actos de Navidad y Reyes para percatarse de que este cambio de piel, sirva o no para atraer a más turistas, forma parte también del proyecto de ciudad que el alcalde Ballesta abandera en la recta final de la legislatura. Es tan solo la cáscara, pero se come y está dulce igualmente. El fruto con el que Ballesta se presentará ante las urnas en mayo será un compendio de realizaciones menos fugaces que estas brevedades navideñas, entre las que –supongo– meterá los trabajos de recuperación del yacimiento de San Esteban y de la cárcel vieja, la peatonalización de Alfonso X, los carriles bici segregados y la apuesta por ganar para la ciudad el río Segura. Mis amigos de la oposición querrán matarme, pero esto es lo que hay.

Así las cosas, el temor electoral a Ballesta en el PSOE parece justificado. Frente a un alcalde que puede alardear cuanto menos de pilotar un proyecto de ciudad (algo casi revolucionario en una corporación que con Cámara se había dado al sesteo), no parece que el candidato socialista termine de crecer lo suficiente para plantar batalla al PP con garantía de éxito. Eso es lo que hoy se vislumbra, aunque José Antonio Serrano tiene su mejor baza en el mucho tiempo que aún queda para reaccionar antes de la campaña. Pero no solo en el PSOE temen una victoria arrolladora de Ballesta. También en el PP preocupa en cierto modo, porque, si el alcalde ganara de forma apabullante en mayo, y obtuviera en su feudo más votos que los que cosechara en la misma circunscripción (el municipio de Murcia) Fernando López Miras –el candidato popular a la Comunidad Autónoma– se plantearía en el PP una duda razonable sobre el liderazgo del partido, con la particularidad de que, aunque López Miras renovara este año su mandato en San Esteban, no podría presentarse nuevamente en 2023. Antes de su expulsión a las tinieblas, Alberto Garre se dejó aprobada en 2014 una ley regional que limita a dos los mandatos del presidente autonómico. López Miras no estaría por tanto en disposición legal de repetir al frente de la candidatura, pese a su juventud, y Ballesta seguiría ahí, sentado en el rincón del partido (donde más le gusta estar), con la credencial de la fortaleza electoral en una mano, y en la otra una ciudad ya embastada que ha dejado de languidecer.

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