Muchos socialistas no se reconocen en la rebeldía de Castejón, pero tampoco en las formas utilizadas en su condena
Los grupos de WhatsApp que utilizan los socialistas se llenaron el sábado de emoticonos con formas de aplausos y pulgares arriba. Había que celebrar con alborozo la elección de Ana Belén Castejón como alcaldesa de Cartagena y la de Diego José Mateos en Lorca, ambas inesperadas. Pero los grupos enmudecieron en apenas unos minutos, el tiempo que tardaron en propagarse el comunicado de la Ejecutiva Regional que desautorizaba a Castejón, el mensaje de Jordi Arce deseando la pronta expulsión de los rebeldes de Cartagena y el de Diego Conesa llamando ‘excompañera’ a Castejón, así como el pantallazo que reflejaba la expulsión de la alcaldesa -por parte de Jordi Arce- del grupo de secretarios generales. Fue todo un visto y no visto, una reacción que resultó abrupta e irreflexiva (cuando en realidad estaba preparada), un rebote desusado en una organización más dada al debate que al puñetazo en la mesa, aun en sus momentos cainitas. Aquella mañana, circuló mucha testosterona -demasiada- por el aparato de mando del partido que integran Jordi Arce, José Vélez y Alfonso Martínez Baños.
Muchos socialistas no se reconocían en la rebeldía de Castejón y sus concejales, pero tampoco en las formas empleadas para su represión, así que la alegría por haber recuperado la alcaldía de Lorca y conservado la de Cartagena quedó enturbiada en un rato a causa del nerviosismo de una Ejecutiva novata e impetuosa. Después de hablar con muchos compañeros (esa es su consigna personal, hablar hasta aburrirse), Diego Conesa se reunió ayer con los rebeldes de Cartagena y pactó con ellos la dimisión de Castejón como secretaria general, a cambio de una sanción menos cruenta. Conesa ha visto cómo esta crisis ponía a prueba su capacidad de liderazgo, pero al menos ha podido sujetar a los caballos antes de que se le desbocaran.