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Joaquín García Cruz

Menuda política

Cartagena, junio 2021

La dirección del PSOE ordena a Ana Belén Castejón que, cuando ceda la alcaldía al PP, entregue también su acta de concejal y se vaya a casa

Dime que no es verdad esto…

Sábado, 15 de junio, día de la constitución de los ayuntamientos. 10.30 de la mañana. Diego Conesa envía a Ana Belén Castejón este whatsapp, con un pantallazo de la web de ‘La Verdad’ en el que se informa de que PSOE, PP y Ciudadanos ultiman un pacto -finalmente suscrito- para evitar que José López (MC) se convierta otra vez en alcalde de Cartagena. El secretario general de los socialistas hace tiempo en su casa de Alhama para asistir a la investidura de su compañera Mariola Guevara. Mientras se ajusta la corbata, sigue en directo, a través de laverdad.es, los plenos más tempraneros de la jornada. No espera sorpresas.

-Dime que no es verdad esto…

Ana Belén Castejón tardó un siglo en responderle. Lo hizo al día siguiente, fríamente, con otro whatsapp en el que le decía que debían hablar. Demasiado tarde. La crisis ya se había desatado y era pasto de telediarios nacionales. Cartagena y la pequeña población valenciana de Sueca eran los únicos lugares en los que el PSOE había votado con el PP, para disgusto de la Ejecutiva federal, que estaba ocupada en los pactos de gobernabilidad del Estado pero tuvo que tirar de teléfono porque tampoco daba crédito a lo sucedido en Cartagena. La segunda ciudad de la Región (215.000 habitantes, seis agrupaciones socialistas, un resistente semillero cantonalista) nunca se le dio bien al PSOE, ni siquiera cuando gobernaba el Ayuntamiento. Juan Martínez Simón, Juan Luis Martínez y, ahora, Ana Belén Castejón se las han tenido tiesas con la dirección regional, por una razón u otra.
Fecunda correspondencia telefónica de Conesa con Hervías
Esta vez, el conflicto se veía venir, en parte por la personalidad levantisca de Ana Belén Castejón (que, de hecho, había solicitado, sin éxito, permiso para matrimoniarse con el PP), pero a Conesa le estalló en la cara. La Ejecutiva regional reaccionó enfurecida al pacto de Castejón y sus cinco ediles con Noelia Arroyo (PP) -ambas se turnarán en la alcaldía- y Manuel Padín (Ciudadanos). El secretario de Organización, Jordi Arce, abogó en público por la expulsión inmediata de Castejón y de sus concejales rebeldes. El alcalde de Calasparra, José Vélez, sin duda el más deslenguado de los halcones que protegen a Diego Conesa (llamó ‘la faraona’ a Susana Díaz cuando la andaluza disputaba el liderazgo a Pedro Sánchez), se echaron en tromba sobre Castejón, y el propio Conesa, de modales suaves, la llamó «excompañera» en una emisora de radio. Otro notable del partido, Emilio Ivars, salió, sin embargo, en defensa del tripartito recién alumbrado en Cartagena. Era la evidencia de una fractura interna, toda vez que Ivars pertenece al sector ‘tovarista’, encabezado por María González Veracruz, que perdió las primarias ante Diego Conesa en 2017. Pero de más interés resultó el debate de ética política que el suceso originó extramuros de la organización socialista acerca del fin y la justificación de los medios, pues el pacto de Castejón con PP y Ciudadanos cortaba el paso de la alcaldía al candidato José López, el populista de «verdades como puños, y, si hace falta, a la cara». Aquello se hacía por Cartagena. Todo por Cartagena, se hartó de explicar la alcaldesa electa. Pero, de otra parte, la insurrección creaba un precedente que el PSRM-PSOE no podía tolerar: era un acto claro de desobediencia a la Ejecutiva y, para mayor escarnio, dejaba en mal lugar la política de pactos en los ayuntamientos de la Región que el secretario general había trenzado personalmente con Fran Hervías, el número tres nacional de Ciudadanos.
Las sorprendentes alianzas de Lorca y Fortuna
Está claro que Hervías vino a por atún y a ver al Duque cuando se dejó ver en la Asamblea Regional cuatro días antes de constituirse los ayuntamientos y todos creímos que había viajado a Cartagena para comerse un caldero. No. Hervías se intercambió el número de teléfono con Diego Conesa y hasta el mismo sábado de los plenos entabló una fecunda conversación vía WhatsApp con el líder socialista. Cartagena, lógicamente, era la pieza más codiciada -y la más delicada- de la partida. Diego Conesa ofreció a Ciudadanos darle la alcaldía para que arbitrara la legislatura, con el beneplácito también del PP, e impedir así que la cogiera José López y de paso evitar que cayera en manos de Noelia Arroyo. Fue un intento a la desesperada, que Conesa replicó en Murcia (donde Mario Gómez habría suplantado a José Ballesta), para exprimir cualquier posibilidad de que Ciudadanos apoyara a cambio su investidura como presidente de la Comunidad Autónoma. A Hervías le pareció bien la propuesta, al menos en su vertiente municipal, a juzgar por la respuesta que devolvió a Conesa el jueves, 13: «Garaulet y Valle, OK». Pero luego volvió al punto de partida: «El PP no apoya». Noelia Arroyo había jugado sus cartas, parece que mejor que nadie: o pacto de gobierno ‘antipopulista’ -el que la hará alcaldesa en 2021-, o todos a la oposición y José López a la alcaldía.
La Ejecutiva regional manejaba una estrategia muy distinta a la puesta en marcha ‘in extremis’ por Castejón. Consistía en dejar que gobernara José López, en la seguridad de que sus excentricidades lo harían acreedor en pocos meses de una moción de censura, que -entonces, sí- el PSOE podría suscribir con PP y Cs por el bien de Cartagena y sin convertir a López en una víctima de pactos que el ala enrabietada del MC pudiera tachar de contra natura. La dirección socialista sostiene, además, que la estabilidad institucional no queda garantizada en Cartagena con una alianza cuyos firmantes tendrán muy difícil llevar a la práctica la gobernabilidad diaria del Ayuntamiento.
No era solo la indisciplina que suponía promover el tripartito. Ana Belén Castejón echó también por tierra los compromisos que Diego Conesa había guisado con Fran Hervías. De esa olla saltó la sorpresa de Lorca, donde Ciudadanos votó al candidato socialista para derrotar al PP -la lista más votada-, y salió también el insólito apoyo de los siete concejales del PSOE a la única edil de Ciudadanos en Fortuna, para que esta se hiciera con la vara de mando en un feudo tradicional del PP. Diego Conesa se tiene por un hombre de palabra, y por un dialogante incansable, así que lo de Cartagena le hizo sentirse un interlocutor desleal ante Hervías al tiempo que frágil a los ojos de su Ejecutiva, que el martes pidió por unanimidad sangre, sin perdón posible para los rebeldes de Cartagena, en la reunión de Murcia donde se aprobó la apertura de un expediente que (todos lo saben, también Castejón) se ralentizará en Madrid y tendrá el desenlace que quiera dársele.
Cuando Conesa vio que su liderazgo estaba en riesgo, cogió el toro por los cuernos. Convocó en la Asamblea Regional a los seis concejales insurrectos de Cartagena, horas antes de que se reuniera la Ejecutiva regional. «Esto no es un juego de niños», les advirtió. Y, en lugar de un expediente de expulsión inmediata, que era el desenlace previsto, les ofreció una salida más magnánima: la suspensión cautelar de militancia. Les permitió mantener el nombre y la representación del PSOE en el Ayuntamiento, pero les hizo saber que el partido será dirigido en Cartagena por la gestora, y que cualquier decisión que deban adoptar como concejales, por insignificante que sea, deberán consensuarla con la gestora, antes que con sus socios de gobierno. Les recordó que él había sacado en Cartagena, como candidato a la Comunidad Autónoma, 3.500 votos más que los obtenidos por Ana Belén Castejón y, al despedirse, pidió a esta -mejor dicho, le ordenó- que en 2021, cuando entregue la alcaldía al PP, devuelva también su acta de concejal al partido y se vaya a casa. Era el precio del indulto.
No consta que hubiera respuesta de Castejón.

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