Fernando López Miras llega hoy al segundo asalto de la sesión de investidura como un ‘free rider’, un viajero sin billete. Navega por las negociaciones al igual que un polizón que no sabe con certeza si alcanzará su destino antes de que lo intercepten en la bodega del barco. Todos suponemos que Vox se rajará el jueves y se abstendrá en el envite definitivo, con el doble objetivo de frenar a la izquierda y evitar su propia irrelevancia en una legislatura en la que no tendría nada que decir con un gobierno de PSOE y Ciudadanos en frente y que sus cuatro diputados se pasarían arrinconados en la Asamblea Regional, sin amigos que quisieran jugar con ellos. Pero es solo una conjetura. Lo único cierto es que la muchachada de Luis Gestoso hará sufrir al PP hasta el bocinazo final, quizá con la idea de sacarle más provecho a sus votos, aunque sea con acuerdos amasados por debajo de la mesa. A José María Aznar le preguntaron ayer por qué el PP no se abstiene en el Congreso para salvar la investidura de Pedro Sánchez sin que el candidato socialista caiga en manos del nacionalismo: «El que tenga que negociar, que negocie», respondió (con la empatía que le caracteriza), y recurrió a la metáfora del viajero sin billete, pasando por alto que su partido vive en Murcia la misma encrucijada que el PSOE en el Congreso. Ambos son polizones, y por eso prometen lo que haga falta a cambio de un camarote que los saque de la bodega. Solo hay que diseccionar el discurso de Miras, un ‘tutti frutti’ con apelaciones al liberalismo (brindis clarísimo a Ciudadanos) y a «la revisión objetiva de preceptos legales» (esto va por Vox), para percatarse de cuánto le aprieta la soga al candidato del PP, que se ve en el más difícil todavía de negociar por su flanco izquierdo con Ciudadanos y por la derecha con Vox, obligado además a conseguir que ambos socios se dejen ya de cordones sanitarios (difícil) o se pasen la legislatura mirando a otro lado, hasta que les salga tortícolis (más probable).