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Joaquín García Cruz

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Una trampilla por la que escaparse

‘El silencio del héroe’, de Gay Talese, debería ocupar un lugar en facultades de periodismo y vestuarios deportivos

A Joe DiMaggio le duró nueve meses su matrimonio con Marilyn Monroe. El mejor beisbolista del momento en 1954 no soportaba que la gente fantaseara con el atractivo sexual de su esposa, y la mítica escena de la rubia con sus faldas al viento sobre una rejilla del metro en la avenida Lexington, cuando rodaba ‘La tentación vive arriba’, era mucho más de lo que sus celos podían aguantar. Sin embargo, la quiso con locura hasta el final. Organizó su entierro (al que prohibió que asistieran Robert Kennedy, Frank Sinatra y otros amantes de Marilyn) y durante veinte años llevó flores a su tumba tres veces por semana.
Ya retirado, alguien se dirigió a Di Maggio en un bar de San Francisco como «un gran hombre», para ganarse una foto con él, y el astro le soltó una brusquedad: «¡Yo no soy un gran hombre! ¡Yo no soy grande! ¡No soy más que un hombre que intenta salir adelante!». Lo cuenta, como diseccionando mimosamente los sentimientos de Di Maggio, Gay Talese en ‘El silencio del héroe’, el último libro -aunque no el mejor- publicado en España por uno de los padres del nuevo periodismo, autor también de ‘Honrarás a tu padre’, el relato de su infiltración en la mafia que después inspiró la serie de TV ‘Los Soprano’.
‘El silencio del héroe’ recopila las crónicas deportivas más brillantes firmadas por Talese en periódicos de la época, y merece un lugar de honor en las facultades de periodismo y en los vestuarios deportivos, por la forma magistral de asomarse al alma de los gigantes del boxeo, el béisbol, el baloncesto, el golf y el fútbol americano. Talese escribía fuera de los focos, poniendo la lupa en el instante amargo del fracaso de sus protagonistas. El campeón mundial de los pesos pesados Floyd Patterson le confesó después de sufrir un KO: «Lo que sigue a estar noqueado es el dolor de estar avergonzado de mi propia ineptitud… y todo lo que quieres en ese momento es que haya una trampilla en medio del cuadrilátero, una trampilla que se abra y que te permita caer y aterrizar en tu vestuario. Lo peor de perder es tener que salir del ring y hacer frente a toda esa gente».
De Cristiano Ronaldo, Pau Gasol o Fernando Alonso, solo conocemos, por el momento, las fortunas que ganan, qué calzoncillos se ponen y otras banalidades por el estilo, y también con qué tipo de cabriola celebran sus triunfos, pero no sabemos qué esconden en sus corazones, cómo se fermenta la derrota en sus cabezas, qué susurran a los oídos de sus parejas, por qué trampilla les gustaría dejarse caer cuando su ineptitud les lleva a un fracaso.

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