La foto del homenaje a Valcárcel es, como el videomontaje de Bill Viola, todo un mosaico de emociones
Ahí están todos, aplaudiendo en pie a un Valcárcel triunfante (de espaldas al objetivo), que lanza su brazo derecho al patio de butacas del Auditorio Víctor Villegas para corresponder al tributo de sus patricios, ante la mirada complaciente y una sonrisa excepcionalmente cálida de Mariano Rajoy. La foto de la convención del PP que Nacho García firmó el domingo en la portada de ‘La Verdad’ es ya una reliquia de la política regional, en cuyos anaqueles figurará como el instante histórico en que Valcárcel se replegó después de dieciocho años batallando. Pero, más que sobre el escenario, la extraordinaria imagen de Nacho García (con la que también se podría pasar lista o jugar a ‘Buscad a Wally’) esconde información de más picardía en las primeras filas, convertidas en un fresco singular: los rostros de quienes aplauden con tanto entusiasmo son capturados por el fotógrafo, espacialmente agrupados, para transformarse en un lienzo de la iconografía humana que se diría sacado de prístinas pinturas religiosas, como ‘La adoración de los Reyes Magos’ en cualesquiera de sus infinitas versiones barrocas. ‘El quinteto de los atónitos’, del videoartista neoyorkino Bill Viola, recrea de forma sorprendente las emociones que son capaces de expresar cinco personajes compuestos de frente al espectador y que desfilan por la pantalla a un ritmo desesperadamente lento. En las filas de honor de ese patio de butacas aprehendido por Nacho García durante los largos minutos en que Valcárcel toca el cielo, los altos cargos del PP, militantes, rectores, alcaldes, banqueros, empresarios, agricultores, cooperativistas e invitados de toda clase y condición que homenajean al presidente, dejan ver en sus caras, al igual que los actores en el montaje de Bill Viola, una riqueza gestual que rara vez volveremos a contemplar en Murcia de un solo vistazo. Se observa, escrutando con malicia, a algún invitado en un rictus de distanciamiento, como si quisiera salirse del cuadro, pero la tónica general es de felicidad y entrega sin ambages al guerrero victorioso, y de agradecimiento al líder que los llevó a conseguir el poder y a compartirlo con él. Los hay extasiados, otros que están levitando -a juzgar por sus ojos entornados-, algunos que por su semblante arrebatado parecen haberse encaramado directamente a la gloria, y también hay quienes se limitan a admirar embelesados a Valcárcel y Rajoy para asegurarse de que el futuro les reserva un sitio en la hagiografía valcarcista.
Repasen la imagen, y verán cuánta información relevante sobre las pasiones humanas -y sobre la política- puede almacenarse en un preciso disparo fotográfico.