Era mentira. Otra legislatura llega a su fin y el nuevo Plan Hidrológico Nacional no está ni se le espera. Aznar aprobó el trasvase del Ebro, Zapatero lo derogó, Rajoy recortó el Tajo, la desalinización cuesta un ojo de la cara, los bancos de agua no terminan de funcionar, y cada vez llueve menos sobre una cuenca, la del Segura, que padece un déficit hídrico estructural. Es lo que hay. Regantes, agricultores y empresarios están perdiendo la paciencia (de la que han dado muestras sobradas), y amagan con sacar de nuevo los tractores y ponerlos a las puertas de la campaña electoral. De poco servirá el quejido, sin embargo. No hay arreglo porque faltan agallas. Al Gobierno de Madrid, para impulsar un pacto de Estado que vertebre a España de una puñetera vez; y, al de aquí, para plantarse.