A Julio Anguita le gustaba predicar en sus mítines la letanía de las dos orillas. «En una orilla está la derecha, y en ella los capitalistas campan a sus anchas, y en la otra estamos nosotros, al lado de los obreros. Nunca os confundáis de orilla». La ensaladilla rusa en que se convirtió Izquierda Unida para ganar consistencia electoral sabía en qué orilla estaba, y desde ella atacaba al conservadurismo, con escaso acierto pero exhibiendo una disciplina envidiable heredada de sus abuelos comunistas. Hoy, hasta el nombre es confuso en Izquierda Unida. Y, aunque sus huestes no se han movido del lugar que Anguita les señaló -o quizá por eso-, IU se ha dejado comer el terreno por grupos y grupúsculos de pobladores recién llegados que se disponen a desalojarla de la orilla que alguna vez fue enteramente suya.