Ante tantos problemas acuciantes (agua, aeropuerto, AVE y 200 ó 300 más), tranquiliza saber que el PP tiene en el vestuario estrategas capaces de diseñar una jugada perfecta. El cese de Antonio Cerdá ha sido de pizarra. Regate a la Justicia -cuando el magistrado se disponía a apretar la soga del ahorcado-, y gol por la escuadra a Garre, quien casi se entera por la Prensa. Pobre Garre, que abandonó su plácido retiro parlamentario para beber de un cáliz envenenado. Dos de sus tres consejeros impuestos por Valcárcel le han hecho la pirula: Manuel Campos le dimitió bochornosamente en presencia de la ministra de Fomento, y el de Agricultura, por escrito y a las ocho de la mañana. Este Gobierno no tiene arreglo. Mejor le iría si los estrategas salieran del escondite y pusieran su pizarra al servicio de la Región.