Las respuestas de Barreiro en el Supremo tienen las patas muy cortas. Se lo ha advertido su exconcejal Agustín Guillén, a quien la alcaldesa señaló ante el magistrado como responsable de la recalificación de Novo Carthago: o rectifica en 24 horas o cantará la gallina. Difícil dilema, porque el ultimátum de Guillén encierra tres imperativos cuyo acatamiento por Barreiro resulta inimaginable: la humildad, la confesión de que mintió ante el juez y el reconocimiento de que cargó el mochuelo a otro. O sea, que Barreiro, para no atenerse a la ira desatada de Guillén, habrá de admitir que corrompió la realidad de Novo Carthago en su declaración judicial. Pero, si no lo hace, podría enfrentarse (y entonces sería peor para ella) a otra advertencia, ésta de Ortega y Gasset: «Toda realidad ignorada prepara su venganza». A ver qué hace.