El PP se frotó las manos tras el debate de los candidatos. Sus estrategas concluyeron que Ciudadanos se había dejado en el duelo algunos de los escaños que las encuestas auguran para el partido de Albert Rivera. Miguel Sánchez salió de allí con la cerviz agachada: acudió forrado de chuletas, discutió con el moderador y calzó un zapato roto. Quizá los populares exageraron su alborozo, porque nada de esto estaba llamado a ser definitivo. Miguel Sánchez perdió una batalla, pero aún quedaba mucha guerra por delante para rehacerse de sus torpezas y exhibir cualidades, en el caso de que las tuviera. Después de la abrupta ruptura de su pacto con PSOE, IU, UPyD y Podemos, Miguel Sánchez se ha quedado en cueros. Es un candidato endeble y turbio. Desertó de UPyD para acomodarse en Ciudadanos, y veremos dónde acaba. Al tiempo.