Por fin un destello ilusionante en la campaña. Murcia. La ciudad en la que vivo será transformada de arriba abajo. Habrá zonas libres de impuestos para jóvenes emprendedores, más espacios peatonales y más bicis, un ayuntamiento sin pelotazos, guarderías baratas y pedanías felices. La Murcia humanística que nos dibujan los seis candidatos a la alcaldía delata a la Murcia apática y sucia que -también en lo político- tenemos. Sé, como cualquier hijo de vecino, que estas promesas encierran tanto de realidad como de trola electoral y de quimera, pero me cala el entusiasmo con que los candidatos las propagan, y que supieron transmitir en el debate amable que mantuvieron el miércoles en la UMU. Nada que ver con la sequedad calculada de los postulantes autonómicos. Los alcaldables serán, unos desde el gobierno municipal y otros desde la oposición, quienes decidirán el ruido que soportamos, la limpieza de las calles, el precio del autobús y la apertura de tiendas en nuestro barrio. Les votaría a los seis, si pudiera. Y me conformaría con que cumplieran solo la mitad de lo que proclaman, a cambio de que no cejen en la ilusión con que se encaminan al Ayuntamiento y se mantengan enamorados de la Murcia que vindican. «La única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que haces», respondió Steve Jobs, que del éxito sabía mucho, cuando alguien le preguntó por el secreto de su triunfo en la vida. Si el cofundador de Apple acertó con su receta, tendremos en Murcia, gane quien gane las elecciones, un buen alcalde y una buena oposición. Aleluya.