Al discurso de Pedro Antonio Sánchez le quitas a Pedro Antonio Sánchez y queda como resultado un holograma, la proyección futurista en tres dimensiones de una región que rozaría la felicidad. La Murcia que se nos prometió ayer desde la Asamblea Regional será la envidia de España (¡quién lo iba a decir!), sin desahucios ni cortes de luz y agua por impago, una región en la que cada hijo traerá bajo el brazo 100 euros en forma de deducciones en el tramo autonómico del IRPF, en la que los funcionarios recuperarán la carrera profesional (además de su paga extra) y el marasmo administrativo dejará paso a la agilidad burocrática, una región transparente, en la que se reducirá la brecha de género, a la que regresarán nuestros jóvenes talentos exiliados y en la que no habrá cabida para el privilegio de los aforados y tampoco para más recortes en las cuentas estranguladas de educación y sanidad. PSOE y Podemos se encargarán hoy en sus réplicas al aspirante a la Presidencia -como es su obligación-, de buscarle las cosquillas al candidato del PP, pero en gran parte también podrían haber suscrito el discurso de Sánchez en una cata a ciegas. Deberían admitirlo, aunque fuera en voz baja, como algún socialista hizo ayer ‘off the record’. De no ser porque la pronunció Sánchez, el candidato de la derecha, bien podrían haber apoyado su alocución Tovar y Urralburu, como ya hizo Ciudadanos nada más escucharla: «Estaba tomando notas, pero he parado cuando me he dado cuenta de que era nuestro programa», confesó después a los periodistas, cándido, el otro Sánchez, Miguel, que será también el otro presidente. Bienvenidos seamos todos al bipartito que hoy tomará cuerpo con la investidura de Pedro Antonio Sánchez y la puesta en marcha del gobierno de los dos Sánchez, el uno en San Esteban y el otro al teléfono. Bienvenidos seamos también a la legislatura que se vislumbra como la más corta, por una razón u otra. La espada de Damocles puede caer en cualquier momento sobre la cabeza del virtual jefe del Gobierno regional en forma de una imputación que parece inevitable. La alianza con Ciudadanos corre el riesgo de resquebrajarse antes de agotar el mandato, por un motivo sólido o un malentendido pueril. La Murcia idílica que PP y Ciudadanos nos dibujan podría no materializarse debido a la falta de recursos financieros para pagarla, y eso dinamitaría este matrimonio de conveniencia y daría alas a la oposición para urdir legítimas estrategias desequilibradoras. En fin, demasiadas dudas para un tiempo que reclama estabilidad.
Al menos Tsipras ha podido convocar un referéndum en Grecia, antes de agacharse ante la Troika. ‘Querido pueblo, ¿aceptamos las humillantes exigencias de Bruselas o hacemos un ‘Grexit’ y nos volvemos al dracma?’ Pedro Antonio Sánchez no puede. La dinámica parlamentaria le impide someter su programa de gobierno al parecer de los murcianos, que el 24M pedían incluso menos de lo que Sánchez les prometió ayer, incapaces quizá de imaginar que una región tan estupenda sería posible en este momento. El candidato del PP solo ha tenido tiempo de copiar el programa que le impuso Ciudadanos, y que Pedro Antonio Sánchez enriqueció con algunas de las demandas sociales más sensibles, en un intento -el de contentar a todos- que resulta tan laudable como inverosímil.