La Púnica es un montón de porquería, con la que políticos, empresarios de pacotilla y comisionistas -todos, codiciosos, sinvergüenzas- se mancharon las manos para llenarse los bolsillos. En Cartagena dejó mierda también. Lo prueban los pinchazos. Da igual si aquel contrato llegó a ejecutarse, o si este otro fue abortado al llegar los UCO antes. Lo tramaban (de esto sí hay constancia), haciendo picadillo la ley, incautándose del erario, ambicionando ora la riqueza, ora el poder. Qué asco infunde averiguar, al leer las transcripciones, que gente honorable -supuestamente- se decía ‘pásame una factura de 15.000 euros’ (públicos); y que hablaban del Ayuntamiento de Cartagena como un cortijo bajo su control, en el que sus tejemanejes parecían asegurados por «instrucciones directas de la que manda». Hay un rastro de boñigas que desde Cartagena -supuestamente- conduce hasta el Senado.