Vimos a Andrés Hernández Ros trasladarse a su despacho oficial en bicicleta, a Ramón Luis Valcárcel encaramarse a una retroexcavadora para solemnizar la construcción de la autovía Murcia-Albacete, a Alberto Garre tirar de un carromato en una feria agroalimentaria y, esta misma semana, a Pedro Antonio Sánchez bucear en las aguas cristalinas de Cabo de Palos. La representación de PAS embutido en neopreno es la última incorporación a un álbum bien nutrido de estampas de políticos que puntualmente creyeron conveniente vincular su imagen a la promoción regional.       De todas estas fotografías, la de Hernández Ros es, de largo, la más natural. A los otros presidentes les movía el interés -legítimo, en cualquier caso- de proyectar una imagen determinada de sus territorios o de sí mismos. El malogrado mandatario socialista, sin embargo, no tenía nada que vender a sus votantes cuando recorría sobre dos ruedas la avenida Teniente Flomesta, porque en 1984 las bicicletas parecían un exotismo de Amsterdam y en Murcia no existía la menor conciencia social de transporte sostenible. Hernández Ros era así, simplemente. Pero hoy, con el paso del tiempo, sus pedaleos diarios forman parte solo de su biografía personal y, a lo sumo, del anecdotario institucional, al igual que el carromato de Alberto Garre, sin que ninguno de estos recuerdos gráficos  tenga la trascendencia histórica que refleja la fotografía de la retroexcavadora, con la que Valcárcel simbolizaba el final del aislamiento de Murcia por carretera, o, por citar un ejemplo más, aquella otra de Carlos Collado ordenando el cese de los vertidos de Portmán desde lo alto de la tubería que, hasta ese momento, vomitaba inmundicias sobre la bahía.

Está por ver en qué lugar del álbum encaja el buzo Pedro Antonio Sánchez. La foto de su inmersión en Cabo de Palos no se insertará, desde luego, entre las hojas que recogen las imágenes -ciertamente históricas- de Collado y Valcárcel y, sin embargo, se sitúa inevitablemente en el contexto de la degradación máxima del Mar Menor, cuya irreversibilidad sí que supondría un atentado medioambiental gigantesco equiparable al de Portmán, además de suponer para PAS un contratiempo político de alcance incierto aún, el enésimo sobresalto en su corto mandato. Nadie hubiera imaginado meses atrás que la turbidez de las aguas provocaría un éxodo de bañistas en pleno mes de agosto. El Mar Menor puede convertirse en un avispero para el Ejecutivo, de resonancia negativa mayor de la que consiguieron las multitudinarias manifestaciones de funcionarios contra los recortes de Valcárcel, porque, de confirmarse los presagios de Ecologistas en Acción («ya es tarde, estamos de luto»), su onda expansiva llegaría más lejos aún que la indignación por la merma de los derechos laborales de los empleados públicos. De ahí que PAS aprovechara su visita al centro de interpretación de buceo de Cabo de Palos para garantizar que «no se volverá a repetir» desidia tamaña en la laguna. Se hizo la fotografía del neopreno, pero no quiso quedarse en la superficialidad de una postal: puso en marcha ese mismo día un plan integral de vigilancia y protección -que no ha sido contestado, que sepamos, por la comunidad científica-, sacó estratégicamente del cajón sus propuestas de actuación en La Manga, que hoy adelantamos en ‘La Verdad’, y se pronunció con determinación. «No se volverá a repetir» es ya un mantra en el Ejecutivo que él dirige. Adela Martínez-Cachá, la consejera de Agua, Agricultura y Medio Ambiente, lo repitió dos días después en una rueda de prensa, y nuevamente ayer. Y seguro que habrá más veces.

Tranquiliza observar que quienes están llamados a arreglar el desaguisado se muestran persuasivos, además de optimistas. Pero, como bien sabe PAS, hoy todo queda grabado, para los restos, en esta aldea audiovisual que habitamos. Las palabras ya no se las lleva el viento, y quien suscribe un compromiso tan contundente -«no se volverá a repetir»- asume el riesgo de equivocarse, bien porque se haya precipitado, porque no se le haya transmitido una información correcta o, en el caso que nos ocupa, porque no esté de los cielos que la laguna se recupere a tiempo. En política, ‘nunca digas nunca’ debería ser una prevención a tener en cuenta. Durante las tortuosas negociaciones de 2015 para formar gobierno en Cataluña, Antonio Baños, el cabeza de lista de la CUP, se hartó de pregonar su negativa a apoyar la continuidad de Artur Mas, al punto de llegar a decir esto en septiembre: «No votaremos nunca una investidura de Mas. Y nunca es nunca. Nunca, nunca y nunca». Cuatro meses después, cambió de opinión, quiso votar con Junts pel Sí, la CUP no se lo permitió y Baños tuvo que irse a su casa. Gay Talese, una vaca sagrada del periodismo en Estados Unidos, acaba de desautorizar su último libro, al revelar The Washington Post que no se ajusta a la verdad la historia que cuenta en ‘El motel voyeur’, donde refiere, mezclando realidad y ficción, la sinvergonzonería del dueño de un motel en Colorado que espiaba a sus huéspedes. Al igual que hizo PAS en alusión al Mar Menor el día de su inmersión en Cabo de Palos, Talese ha pedido perdón públicamente a sus atribulados lectores, ante los que ha justificado su error arguyendo que la fuente de la que bebió -el propio hotelero de Colorado- había confundido fechas y otras circunstancias que el escritor dio por ciertas sin una comprobación previa. No estaba en su ánimo mentir, pero fue inducido a inexactitudes que su reputación no se podía permitir. El líder ahora caído de la CUP no cambió de opinión gratuitamente, sino que fue víctima de los vaivenes de la política catalana en aquellos vertiginosos días, no pudo cumplir su palabra, que con tanto estruendo había comprometido, y dimitió.

Esperemos que no sea el caso de PAS, y que su ‘no se volverá a repetir’ se vea confirmado en el verano de 2017 por las aguas otra vez limpias de un Mar Menor felizmente recuperado. Que así sea. No por PAS, sino por el Mar Menor.