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Joaquín García Cruz

Menuda política

Mendoza reza por el PP

El presidente de la UCAM confiesa que convocó en 2015 a los grupos de la Iglesia para que votaran a Ballesta y a PAS, que «estaban muy bajos en los sondeos». Pero ahora se muestra «muy decepcionado» con el PP. Que no lo busquen, dice

De sus reuniones en Roma con el ministro de Educación italiano y el presidente del Parlamento de Italia, salió José Luis Mendoza el miércoles más que satisfecho. Avanzó con ellos en la proyectada expansión transalpina de la Universidad Católica (UCAM), ya encauzada mediante acuerdos con el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II y la Pontificia Università Lateranense para la puesta en marcha de la Biblioteca Digital ‘Amoris Laetilia’ y la impartición de los primeros títulos de Derecho Canónico con reconocimiento civil. Mendoza informa puntualmente de todas sus iniciativas al Santo Padre, la última vez -que se sepa- cuando participó en junio pasado con su familia en la eucaristía privada de la capilla de Santa Marta, donde tuvo el honor de servir el altar, para él un regalo del cielo que no se compadece con las tribulaciones terrenales que le afligen estos días a cuenta del crecimiento urbanístico del campus de Los Jerónimos.

La buena sintonía del miércoles con las autoridades italianas no pudo evitar que su estancia en Roma se viera empañada por «la alarma injustificada» que, a su juicio, cundió entre profesores y alumnos de la UCAM al publicar ‘La Verdad’ que la Concejalía de Urbanismo había ordenado el cese de actividad en dos aularios de la universidad, el de Arquitectura y el llamado Pabellón 8, en lo que Mendoza achaca a «una metedura de pata del Ayuntamiento». Una cabriola del destino hizo que los decretos de cierre llevaran la firma del concejal Antonio Navarro Corchón, que fue profesor -también de Urbanismo- en la UCAM. La Fundación San Antonio recurrió al momento las disposiciones municipales, con el fin de que no adquirieran firmeza y, en consecuencia, la institución pudiera seguir con las clases, a la espera de la resolución definitiva del pleito, en el que Ahora Murcia se ha personado para vigilarlo de pe a pa. No en balde fue este grupo político el que denunció en su día la irregularidad de la que adolecen estos pabellones, a los que el Ayuntamiento concedió en 2011 una licencia cuyo papeleo, y esta es la madre del cordero, la UCAM no ha terminado de tramitar ocho años después.

A Mendoza estos contratiempos hacen que le duela el alma. Ya una vez se las tuvo tiesas con todo un consejero de Educación que lo exhortaba en su despacho de la Comunidad Autónoma a cumplir escrupulosamente la normativa legal para conseguir la homologación de las primeras titulaciones de la UCAM. La reunión acabó como el rosario de la aurora, porque Mendoza, más joven y más impetuoso que el Mendoza de ahora, no se avenía a aceptar que los designios de Dios hubieran de plegarse al Derecho positivo, el que los hombres troquelan no siempre al gusto del Señor.

Mendoza, aunque convencido de que «las deficiencias formales» descubiertas por Urbanismo quedarán subsanadas y administrativamente reducidas a papel mojado, sufre. Lo que más le entristece es que, para él, se trata de una nueva acometida contra la UCAM, venga de donde venga («eso, solo el Señor lo sabe, yo no juzgo a nadie»), el último baldón contra la universidad que preside, su obra de Dios, que -insiste una y otra vez- «no es un negocio, sino un sacrificio».

Pero hasta aquí hemos llegado. En su atropellada conversación desde Roma con el periodista, José Luis Mendoza advierte de que ya no quiere saber nada de política, en la que nunca entró pero de la que sale trasquilado. Y confiesa: «Hace cuatro años, ayudé al PP. Convoqué a todos los grupos de la Iglesia y les pedí que votaran a Ballesta y a PAS (Pedro Antonio Sánchez, el candidato a la Comunidad Autónoma), que estaban muy bajos en los sondeos. Gracias a mí ganaron rozando la mayoría absoluta».

-Estamos en año electoral. ¿Volvería a hacerlo ahora?
-Ni hablar. De ninguna manera. Zapatero a tus zapatos. He terminado muy decepcionado con el PP. Rezo por ellos. Han sido cuatro años de paralización de títulos, de obras… He recibido un trato muy injusto. Que no cuenten conmigo.

Entonces, ¿qué hará Mendoza al respecto, cuando se acerquen los comicios de mayo? ¿Por quién se decantará uno de los hombres más influyentes de la Región y para quién pedirá, en su caso, el favor de los católicos en las urnas? ¿Apostará quizá por Vox? «Tampoco. Han venido a verme, pero no, no. Tampoco». Y repite: zapatero a tus zapatos.

Los caminos del Señor son inescrutables, como incesante es la tentación del diablo, pero así habla hoy Mendoza, de quien el PP albergaba la esperanza de que inclinara la veleta en su dirección, con más fuerza aún que en 2015 tras el giro conservador imprimido por Pablo Casado al partido y la relación de amistad que el presidente de la UCAM mantiene con el secretario general de los populares, el ciezano Teodoro García.

Está Mendoza, y se le nota, más preocupado por «el relativismo moral tan grande» que aqueja a España, y por la protección de los derechos de la familia, que por lo que suceda en los comicios de mayo, y se le ve también más volcado en la propagación por el mundo de su empresa evangelizadora, la «obra de Dios», que atormentado por los decretos del concejal. Que no vengan a buscarlo, dice, ni los unos ni los otros, cuando las elecciones estén encima, porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

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