Garre y Aznar comparten un ADN político conservador, una rectitud indiscutida, coherencia en sus argumentaciones, el amor a la Patria y un bigotito. Esta analogía se acentuó ayer, al mostrarse Garre ante la Asamblea Regional distante y hasta revirado con el PP, y al prodigarse durante su comparecencia en puntadas de esas que se clavan donde más duelen. Terminó quejándose, con elegante amargura, de que su partido no lo ama. Y es verdad que no lo ama. Pero otra coincidencia une desde ayer a Garre con Aznar: el tirón de orejas a su antecesor y al sucesor (¿de quiénes, si no, hablaba?), dirigentes -vino a decir Garre- que se dejan asfixiar por los palmeros. Si Rajoy pudiera, desterraría a Aznar de la vida pública, para que no siguiera revoloteando sobre sus pantalones como una mosca cojonera, que es lo que Garre hizo ayer, a propósito de la desaladora, con Valcárcel. Un picotazo en el sitio.