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Miguel Rubio

Microhistoria(s)

A las trincheras

Por esas troneras no se disparó ni una sola bala, ni en estas líneas de trincheras se decidió, finalmente, batalla alguna. A mediados de 1937, en plena Guerra Civil, comenzó a levantarse, desde Águilas a Guardamar del Segura (ya en la provincia de Alicante), un cordón fortificado para defender por tierra la base naval de Cartagena, entonces en el bando republicano. Pero este cinturón de seguridad no se terminó de construir y el conflicto acabó sin que entrara en uso.

Setenta y seis años después, el abandono y el desinterés han hecho que el olvido se adueñe de este patrimonio de la arquitectura bélica. Ahora vuelve a la actualidad porque en la Comunidad de Madrid están trabajando en la puesta en valor de una red de fortines de la misma época levantada para salvaguardar los embalses que abastecían de agua a la capital. Aquí, la Consejería de Cultura todavía ni ha protegido estas obras de la ingeniería militar. “Está en estudio”, se limita a decir un portavoz de este departamento. Así de escueto, sin más explicación.

El plan de defensa por tierra de la base cartagenera se estructuró en núcleos de resistencia, cinco de ellos en la Región, aprovechando los accidentes geográficos y las principales carreteras. Un trabajo de investigación de los arquitectos Francisco José Fernández Guirao y Rebecca A. Tombergs ha servido para redescubrir estos enclaves, en cuya construcción se tuvieron en cuenta las teorías más modernas en fortificación. “Un grupo muy reducido de hombres permitía el bloqueo de las comunicaciones y la paralización del posible invasor”, se explica en el estudio.

El de mayor superficie y mejor conservado está en Purias (Lorca), formado por dos casamatas (de tres y cuatro ametralladoras), dos kilómetros de trincheras y otras ochenta posiciones. Muy cerca, en Tébar (Águilas), existe otro núcleo de resistencia, con una casamata y 1.250 metros de trincheras. Los más accesibles (por si le interesa echarles un vistazo antes de que desaparezcan) están junto a la carretera que atraviesa la pedanía totanera de Paretón-Cantareros (cuatro búnkeres para dos ametralladoras cada uno) y en el nudo de las autovías de Fuente Álamo y Mazarrón, en Alhama, con tres casamatas, dos ‘plantadas’ en mitad de un naranjal al que no se puede acceder y la tercera ‘carcomida’ por la explanación de los terrenos colindantes. En Murcia, en las inmediaciones del área recreativa del Puerto de la Cadena, se conserva, entre pinares, el quinto de estos núcleos fortificados, con varios puestos de ametralladoras, tres casamatas y 300 metros de trincheras.

Angosta entrada a una casamata.

Un resumen de este trabajo apareció recogido en la publicación de las XXII Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia, de 2011. Ya en 2009, ‘La Verdad’ se hizo eco de la dejadez que pesa sobre la arquitectura militar de la Guerra Civil. A Fernández Guirao nada le desanima; sigue con sus investigaciones y puede que pronto den nuevos frutos. Aquí lo contaremos.

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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