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Miguel Rubio

Microhistoria(s)

El hotel de los felices 70

El Dos Playas no es un hotel cualquiera. La mole de seis plantas simboliza el despegue turístico que experimentó a finales de la década de los años sesenta no solo Mazarrón, sino también buena parte del litoral mediterráneo. Es más, se trata de una construcción singular y digna de ser conservada, a juicio de la Fundación Docomomo, una organización internacional creada con el objetivo de inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del llamado Movimiento Moderno. Levantado entre los años 1965 y 1971, en la carretera que une Bolnuevo y el Puerto de Mazarrón, frente a la playa de la Ermita, es obra del arquitecto Juan Guardiola Gaya, autor de un buen número de edificios en la fachada marítima de la alicantina playa de San Juan. Según la ficha del citado catálogo, “la imagen abstracta del edificio deriva de la repetición de los huecos correspondientes a las terrazas de las habitaciones”. Y remarca, también, que “la contundente horizontalidad de la pieza, destacando sobre la escala doméstica de las construcciones vecinas, aparece subrayada por su contraste con la imposible esbeltez del edificio Paula”.
Hace más de dos décadas que el Dos Playas se reconvirtió en residencia para los empleados del BBVA. Tras un tiempo con este uso, echó el cierre definitivo, y, ahora, Anida, la inmobiliaria del citado banco, lo tiene a la venta  por un precio de 4,8 millones de euros, aunque se admiten ofertas a la baja. La parcela aparece clasificada como terreno terciario, por lo que solo se permiten equipamientos. Llegado el caso, ¿será suficiente para salvar de la piqueta el imponente edificio?

El hotel Dos Playas, a la derecha; junto al esbelto edificio Paula. / J.M. RODRÍGUEZ

Sus muros guardan una historia sentimental. En su época dorada, en los años 70, el hotel Dos Playas no solo fue una fuente de ingresos para el municipio, sino que también supuso una bocana de aire fresco para la localidad, que despertaba a un nuevo tiempo más ilusionante y divertido. El turismo no solo dejaba divisas, con él también llegó la modernidad a un pueblo que languidecía tras el cierre de las últimas minas. Las fiestas en aquel hotel se hicieron famosas en buena parte de la Región. Hay fotos de Felipe González disfrutando de una velada trovera, pocos meses antes de su primer triunfo electoral. Largas colas para poder acceder al recinto, veladas hasta la madrugada en la terraza con la piscina iluminada, bingo y discoteca todas las noches. Los empleados corrían de un lado para otro para atender al aluvión clientes, y, en ocasiones, apenas si disponían de tiempo para retirar las ‘huellas’ del sarao nocturno y montar el servicio de desayunos. ¿Algún nostálgico se ofrece a compartir aquí sus recuerdos?.

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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