La Manga del Mar Menor, el principal reclamo turístico de la Región, perdió la oportunidad de convertirse en un referente de la arquitectura moderna. A principios de la década de los sesenta del pasado siglo, los reconocidos proyectistas Antoni Bonet y Josep Puig Torné recibieron el encargo del promotor Tomás Maestre de redactar la planificación urbana de esta lengua de arena, de 20 kilómetros de longitud, por entonces un paisaje virgen adornado de dunas. La maquinaria se había puesto en marcha unos años antes, con el plan del ministro Manuel Fraga para convertir el sector turístico en la principal industria del país, dando el salto de las vacaciones tradicionales al turismo de masas.
Sorprende que sesenta años después, el proyecto de Bonet y Puig siga de plena actualidad, acorde a los vientos que soplan ahora en la arquitectura y el urbanismo. Porque su diseño de La Manga tenía en cuenta no solo el respeto a los valores naturales de este paraje único, sino, además, su “sostenibilidad económica”, como recuerdan en un interesante artículo los arquitectos y profesores de la Politécnica José María López Martínez y Edith Aroca Vicente. La propuesta de Bonet y Puig consistía en concentrar las intervenciones arquitectónicas con el fin de conservar intacto el máximo posible de terreno virgen. Para que la operación fuera rentable, la construcción sería en altura. El desarrollo se basaba en unidades turísticas independientes y suficientemente separadas unas de otras para permitir a los turistas disfrutar del bucólico paisaje. El plan inicial, según recoge el citado artículo, incluía una carretera de 32 metros de ancho, un helipuerto, una plaza de toros, doce núcleos de atracción turística, dos pueblos de pescadores (El Estacio y El Pedrucho) y 26 hoteles. El resto de la historia es conocida por todos. “La impaciencia de los promotores hizo que el proyecto se densificara”, recuerdan Aroca y López Martínez, Y añaden: “La promoción de la segunda residencia no garantizaba la sostenibilidad del modelo, pero suponía ingresos rápidos”. En fin, la fábula de la gallina de los huevos de oro.