Amenazado por los ataques de los piratas del norte de África, acuciado por la deuda contraída con el rey para pagar el título de villa y con las explotaciones de alumbre en franca decadencia, Mazarrón parecía necesitar, a finales del siglo XVI, un milagro que insuflara ánimos para superar tanto infortunio. Y, según las crónicas, el prodigio se obró en la madrugada del 17 de noviembre de 1585. La tradición transmitida a lo largo de estos 429 años cuenta que aquel lejano día una misteriosa amazona ahuyentó a la tropas del temible Morato Arráez, que habían desembarcado sigilosamente en la cala de Cueva Lobos con la ruin intención de asaltar el pueblo. Según los testimonios recogidos (las llamadas ‘Nueve declaraciones’), vecinos que acudieron a la ermita de la Concepción, en el paraje del Romeral, para dar las gracias, tras saber de la huida de los corsarios, aseguraron que vieron cómo el rostro de la imagen religiosa mostraba unas gotas de sudor, que la talla miraba ahora hacia el sur, en dirección a la mar, y que en su manto había restos de arena. A los devotos ya no les quedaron dudas, y atribuyeron a la intervención de la Purísima Concepción la desbandada de los atacantes. Con el paso del tiempo, el relato se adornó con otros detalles, como que a partir de entonces crecen azucenas en la playa que pisó la Virgen.
Sea lo que fuere, Mazarrón superó aquella época oscura. Y todavía hoy el milagro sigue vivo en el pueblo. El recuerdo de este hecho prodigioso protagoniza una de las fiestas más arraigadas y multitudinarias. El domingo siguiente al 17 de noviembre (por lo tanto, la cita es este próximo domingo), miles de romeros acompañan a la patrona en su camino de regreso a su pequeño templo de Bolnuevo. El trayecto hasta la playa es pura alegría y diversión, para después recuperar fuerzas con un almuerzo a la orilla del mar entre amigos y familiares.
La Virgen del Milagro, en la puerta del convento. / F. MANZANERA
La romería se inicia sobre las 8 de la mañana desde la iglesia del convento, donde estuvo la ermita original, que fue ampliada en el siglo XVIII, y donde se custodia la bandera del milagro, una enseña que, según cuentan, abandonaron los piratas en su apresurada huida. La restauración de esta pieza hace unos años sacó a la luz la inscripción en la tela de unos versos del Corán, aunque no se pudo determinar la fecha exacta del tejido. Otros vestigios quedan de aquella época, como las viejas canteras de alumbre y las torres vigía (como la de los Caballos, en Bolnuevo) que todavía miran a las olas por si al malo de Arráez se le ocurre reaparecer.