La iglesia de San Andrés Apóstol (siglo XVI) de Mazarrón era conocida, sobre todo, por su artesonado mudéjar. Pero a partir de ahora también lo será por sus pinturas decorativas, realizadas durante la ampliación que experimentó el templo en el siglo XVIII. Los murales han recobrado su colorido gracias a las delicadas manos y la paciencia de los profesionales del taller Asoarte, dirigidos por la conservadora Loreto López, tras varios años de trabajo. El proyecto de restauración también ha permitido sacar a la luz el nombre del autor de esta obra, Diego Marín del Pino, un maestro dorador que visitó la localidad para tasar otra obra en la vecina parroquia de San Antonio de Padua, así como la fecha de terminación de la decoración, 1744.
López cree que Marín del Pino, un artesano del que se conocen pocos datos, tuvo que inspirarse en el colorido de las minas que rodean la localidad para llevar a cabo este proyecto. «En esos murales aparecen los pigmentos naturales de la zona: amarillos, ocres, grises, rosáceos, además de la almagra», explica la conservadora. Ese residuo procedente de la fabricación del alumbre es el que se ha empleado para recubrir todo el zócalo de la iglesia, afectado por la humedad.
En el templo resalta ahora la arquitectura fingida (realizada mediante la técnica del trampantojo) dibujada a todo color en el altar mayor, en el que aparecen las imágenes de San Clemente y San Enrique, así como un medallón con una Virgen Apocalíptica. Loreto López define el conjunto como “un dibujo armónico, en una composición acertada”. También llaman la atención las pinturas decorativas a ambos lados del crucero y en algunas de las capillas laterales. La recuperación ha supuesto un duro trabajo, debido al deterioro que presentaban los murales, ocultos bajo varias capas de yeso. Y aunque no se ha podido recuperar el acabado final que tuvo la obra, los feligreses sí que pueden hacerse una idea bastante completa de la decoración que recibió el templo hace ahora 250 años.
La parroquia de San Andrés Apóstol, protegida por su interés cultural, fue levantada por encargo del duque de Escalona a raíz de sus florecientes negocios mineros, que pronto se repartió con su ‘primo’ el marqués de los Vélez. Este otro noble no tardó mucho en desear tener su propia iglesia, dedicada al patrón, San Antonio de Padua. Por eso, en Mazarrón se da la paradoja de que ambos edificios religiosos se encuentran uno tan cerca del otro. San Andrés Apóstol sufrió el abandono hasta que hace un par de décadas se acometió su restauración, recuperándose para los oficios religiosos. Ahora el templo que peor está es el de San Antonio, cerrado a la espera de una rehabilitación que nunca llega.
[La restauradora Loreto López explica hoy jueves, 21 de mayo, a las 20 horas, los detalles de la restauración en una conferencia que imparte en el Museo de Bellas Artes de Murcia, calle Obispo Frutos, 12. Teléfono 968 23 93 46]