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Miguel Rubio

Microhistoria(s)

Ruano, el renovador

Para descubrir la rompedora arquitectura del final de franquismo en la Región, solo hay que acercarse, a partir de este martes, a la sede del Coamu (calle Jara Carrillo, Murcia). El Colegio de Arquitectos acoge una exposición para rendir homenaje al proyectista Enrique Sancho Ruano, que a sus 92 años encarna la renovación que experimentó la edificación hace casi medio siglo. Supo captar las nuevas corrientes de la época y, lo que parece más importante, tuvo la valentía de incorporarlas en las construcciones que comenzó a idear en los años 60. En España, entonces, se daba por acabado el periodo gris de la autarquía surgida de la postguerra. La muestra, comisariada por Edith Aroca y José María López, va más allá de un repaso a la obra de ese creador. Porque arquitectura y arte se dan la mano en esta propuesta expositiva que pretende llamar la atención sobre el valor del patrimonio del siglo XX, no suficientemente reconocido y, por lo tanto, amenazado por la piqueta.
Enrique Sancho Ruano, nacido en 1923 en Palma de Mallorca, desarrolló su carrera profesional en la Región con dos estudios, en Murcia y Lorca. Formado en Madrid, como arquitecto de la antigua Diputación Provincial (y después, con la llegada del Estado de las autonomías, de la Comunidad) firmó buena parte de la obra pública que desde la segunda mitad del siglo pasado impulsaron los tecnócratas del gobierno de Franco dentro de su política de modernización del país. Durante años, también desempeñó el puesto de arquitecto de la Diócesis de Cartagena, encargándose del diseño de una decena de iglesias. Y mantuvo, además, una intensa actividad privada. Así que el proyectista dejó una extensa obra, desde bloques residenciales a edificios administrativos, capillas, equipamientos públicos y oficinas. Hasta llegó a montar un astillero para hacer realidad una de sus pasiones: el diseño de barcos.
Aroca y López han dedicado varios meses a bucear en la obra de  Sancho Ruano con el fin de llevar a la exposición una selección de las construcciones más singulares, a través de planos, fotografías y otros documentos (incluida una página del diario ‘La Verdad’) cedidos por el Archivo Regional, el Municipal, la Consejería de Sanidad, la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Hacienda y por la propia familia del arquitecto. De entre los proyectos que han superado el paso de los años, destacan tres conjuntos: la sede de la Consejería de Sanidad, las instalaciones del psiquiátrico de El Palmar y el complejo residencial de Espinardo, que aspira ahora a obtener la protección de Cultura. En esa terna,  Sancho Ruano pone el diseño al servicio de la personas, con la funcionalidad, la practicidad y la comodidad como bandera.

López y Aroca, con planos que se expondrán en la muestra.

En el capítulo de construcciones religiosas, sobresalen la iglesia de Barranda (Caravaca de la Cruz) y las capillas integradas en los citados conjuntos de El Palmar y Espinardo. Hombre profundamente religioso, Enrique Sancho estaba al tanto de las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, que también alcanzaron al arte. Frente al barroco recargado, los nuevos templos se limpiaron de ornamentos para no distraer la atención, facilitar la espiritualidad y favorecer la idea de comunidad entre los feligreses. Los espacios diáfanos, las líneas puras y los nuevos materiales (como el hormigón y la piedra artificial) ganan terreno, y la luz natural, coloreada con vidrieras, llena esos modernos espacios de recogimiento como un símbolo del camino hacia Cristo.
Pero la exposición no se centra exclusivamente en las soluciones arquitectónicas que introdujo Ruano. Un buen número de sus construcciones se completan con la creatividad de artistas del momento. Vidrieras, murales, esculturas, piezas de orfebrería y hasta mobiliario forman parte imprescindible de esas obras en “una concepción integral del proyecto”, resalta José María López. Así que un apartado importante de la muestra se dedica a las obras de estos escultores, pintores y artesanos que con sus obras contribuyeron a engrandecer esos edificios. En la iglesia del conjunto residencial de Espinardo destacan, por ejemplo, un grupo escultórico de González Moreno y un friso en bronce de Francisco Toledo. El templo de San Pedro, en Alcantarilla, conserva varias piezas de Anastasio Martínez Valcárcel. Y la capilla del psiquiátrico, del alicantino Miguel Losan (destaca un espectacular ángel trompetero junto al altar) y Párraga, mientras que Hernández Carpe dejó su sello en la parroquia de Barranda.En la obra civil también se cuidan esos detalles. De Manuel Muñoz Barberán son las vidrieras que se salvaron del Club Remo y que hoy se conservan en la biblioteca municipal de la pedanía de Santiago el Mayor. El mural exterior de la Consejería de Sanidad corresponde a un diseño del citado Martínez Valcárcel, y Párraga aportó su colorido a un edificio de viviendas del murciano barrio de Santa Eulalia

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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