De la tradición castrense de Mazarrón, el protagonismo lo recupera el general Toral y Velázquez, gracias a los apuntes biográficos que acaba de publicar Juan Romera, miembro de la Real Academia Alfonso X el Sabio y cronista oficial de Puerto Lumbreras. El militar mazarronero (1832-1904) ha pasado a la historia por su participación en la guerra de Cuba y el papel que jugó en la capitulación ante Estados Unidos, y, por tanto, en la pérdida de las últimas colonias. ¿Héroe o villano? Todavía hoy la duda envuelve a la figura de este general de División nacido en los años del ‘boom’ minero de la villa. Para algunos, como el autor del libro, Toral y Velázquez salvó miles de vidas cuando, al constatar que poco se podía hacer ya ante el abrumador dominio del enemigo, intentó conseguir al menos las mejores condiciones para la capitulación. Y la rendición llegó tras la autorización por carta del Gobierno de España. Con todo, tuvo que enfrentarse a las críticas y los reproches de muchos de sus compañeros de filas, que no entendieron su decisión por un mal entendido código de honor. Pocos recordaron entonces el brillante expediente que atesoraba. Es más, a la vuelta de Cuba debió enfrentarse a un juicio, del que salió indemne. Sin embargo, ya nada fue igual. Sintió la indiferencia y el desprecio, que le llevaron a la locura. Acabó sus días ingresado en un manicomio del madrileño barrio de Carabanchel, que todavía hoy sigue en pie, aunque renovado. Para Juan Martínez Acosta, investigador mazarronero, José Toral y Velázquez fue “una víctima, una cabeza de turco. Sobre él recayó parte de la culpa de la pérdida de la guerra del 98. Otros se quitaron de en medio y le dejaron la responsabilidad. Era un buen segundo, pero no un líder”.