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Miguel Rubio

Microhistoria(s)

Elogio al espacio público

Defienden el espacio público y la participación espontánea de los ciudadanos en sus proyectos. Dos aspectos que están muy presentes en la obra con la que han ganado el Premio Regional de Arquitectura: ‘La misteriosa historia del jardín que produce agua’, en Cehegín. Los madrileños Mónica García y Javier Rubio, del estudio Cómo crear historias, derrochan imaginación en su reto de “hacer una ciudad más amable, que te reconforte cuando lo necesites”. Con motivo de la entrega del galardón (el 4 de diciembre, a las 19 horas, en el Archivo General de Murcia), recuperamos la entrevista concedida a ‘La Verdad’.
–Su proyecto ganador en los Premios de Arquitectura de la Región es un jardín. ¿No puede parecer una contradicción?
–Donde hay espacio para ser vivido, hay arquitectura. Este jardín es un espacio público que además esconde en un bolsillo un edificio destinado a vivero de empresas. Aunque no llevase este edificio, seguiría siendo arquitectura.
–De hecho, es una obra viva, porque aún debe crecer toda esa vegetación para alcanzar la imagen que ustedes idearon.
–Sí, se trata de una obra en continua transformación sujeta a la acción vegetal, del paso de las estaciones y del tiempo. Es una delicia disfrutar de cómo este espacio sigue construyéndose, nosotros tan solo sembramos la semilla.
–A la hora de pensar en esta nueva imagen para El Coso de Cehegín, tuvieron muy en cuenta los senderos que habían creado los propios vecinos, casi de una forma natural, con el paso del tiempo. ¿Hasta qué punto es importante la participación de los usuarios/ciudadanos en sus diseños?
–El solar de El Coso era una gran herida en la ciudad iniciada como consecuencia de una nevada en los 50. Las calles que daban a este espacio quedaron desconectadas, pero los habitantes necesitaban atravesarlo para pasar al otro lado, así que comenzaron a trazar sus propios caminos, eligiendo los más cómodos, es lo que se conoce como “desire paths”, caminos creados con los pasos de las personas que decidieron su trazado. En nuestro estudio este tipo de mecanismo de participación espontánea es esencial y lo incorporamos al diseño de nuestros proyectos, es un tipo de participación pura y efectiva, tan solo hay que escucharla.
–Ahora, buena parte de los proyectos de ciudad suelen pasar antes por una consulta ciudadana. Pero existe la posibilidad de que los vecinos, por diferentes motivos e intereses, se equivoquen. ¿No es jugar con fuego, ya que puede conducir a errores o fallos esta “arquitectura democrática”?
–Es posible que se juegue con fuego si no se emplea de manera adecuada esa participación. ¿Someteríais a consulta ciudadana cómo realizar una operación de corazón? No, ¿verdad? Pues en la arquitectura es lo mismo. Sin embargo, lo que sí que es necesario es detectar los síntomas para que un profesional diseñe el procedimiento a seguir o cómo realizarlo de manera específica. Los ciudadanos tienen su conocimiento basado en el uso y necesitan apoyo de expertos para poder profundizar más.
–Esta ha sido una edición de los premios marcada por la ecología, la sostenibilidad y el ahorro; también alejada de proyectos faraónicos y preocupada por lo que desean y necesitan sus futuros usuarios. ¿Es esta la arquitectura de un nuevo tiempo, de nuestro tiempo?
–Hace años que lleva siendo así. De hecho la reflexión en torno a la ecología, sostenibilidad y ahorro o eficiencia en arquitectura existe desde hace mucho tiempo. Nosotros creemos que todos los proyectos deben contar desde sus planteamientos iniciales con estos tres aspectos, que se apoyan mutuamente. No considerarlos por el motivo que sea nos parece ir en contra de la realidad.
–Comparten profesión, comparten estudio y, también, un proyecto de vida [su hija Violeta nació en 2011]. ¿Resulta más fácil así el proceso creativo?
–Sí, para nosotros fue algo natural que fuese así. Hacemos largas sesiones de ensoñaciones donde vamos encajando las ideas de los proyectos. Se trata de un proceso creativo artesanal basado en el diálogo, la investigación y el trazado a mano sucesivo. Cuando dibujamos, pensamos en todo el conjunto de experiencias que rodean y acogen el espacio, entramos en un proceso circular de dibujo vinculado al trazado y a la manera de contar las cosas que va encontrando su lugar a base de sucesivas capas superpuestas.
–Defienden el espacio público, que en los últimos años ha perdido terreno en favor del negocio privado en muchas urbes, como Murcia. ¿Es posible alcanzar un equilibrio que satisfaga a todos?
–Siempre defendemos el espacio público o de uso público donde se desarrollan gran parte de nuestras acciones sociales. Además de posible, sería muy necesario cambiar el equilibrio que tenemos actualmente, porque en realidad satisface a muy pocos, salvo en contadas excepciones. Estamos condicionados por la ciudad en la que vivimos porque determina en gran medida las relaciones entre las personas que la habitan y nuestro bienestar.
Según Jan Gehl [el arquitecto danés impulsor de la peatonalización de Broadway], en las ciudades se producen tres tipos de actividades básicas en lo que él llama espacio entre los edificios: las actividades necesarias que son obligatorias; las opcionales que te apetece hacer y disfrutas haciéndolas; y las sociales que dependen de la presencia de personas en el espacio público y, por tanto, de las actividades necesarias y opcionales. Si el negocio privado nos quita esta posibilidad de relación o nos hace pagar un precio para poder disfrutarla, entonces no es posible ese equilibrio.

Javier Rubio y Mónica García, en su estudio. / Luis García Craus ("Rivas al día")

Javier Rubio y Mónica García, en su estudio. / Luis García Craus (“Rivas al día”)

–¿Tienen su propia receta para una ciudad más habitable? ¿Cuál sería?
–Si el entorno no es agradable o las distancias son muy largas y además no disfrutas del paseo, realizas el mínimo de actividades necesarias y las haces lo más rápido posible. Esto obliga en muchos casos a usar el coche hasta para ir a comprar el pan. Los espacios exteriores de poca calidad tienen el mínimo de actividad y por lo tanto crean pocas conexiones entre sus habitantes, son lugares que no nos reconfortan.
En una ciudad sana, habitable, conviven una gran cantidad de actividades necesarias, opcionales y sociales. En una ciudad sana, el espacio público es el lugar de encuentro, y no los centros comerciales. Si el medio físico no facilita el disfrute de pasear o de ir en bicicleta, se tiene que recurrir al coche para realizar los desplazamientos y esto deteriora la calidad urbana, pues además de contaminar, disminuye su posibilidad de acoger actividades, vacía las calles, las hace más inseguras y poco apetecibles para disfrutarlas.
Nuestro reto es revertir esta situación y recuperar el espacio público para hacer ciudad, una ciudad más amable, que te ayude en el día a día, que te reconforte cuando lo necesites y que contribuya a crear conexiones entre sus habitantes. Los edificios y su relación con el espacio público son la clave para conseguirlo. Eso es precisamente lo que intentamos conseguir en “La misteriosa historia del jardín que produce agua”.
–Su estudio parece un gran contenedor de ideas: viviendas, acciones urbanas, escaparates, comunicación gráfica, espacios de juego, arte sonoro… ¿Tuvieron que diversificar para sobrevivir o forma parte de su filosofía profesional?
–Forma parte de nuestra filosofía. Lo que más nos gusta hacer es crear y vemos patrones similares de creación en diferentes ámbitos. A lo largo de los años hemos desarrollado un conocimiento basado en la investigación en diferentes ámbitos unidos por la creatividad. Posiblemente sea una estrategia equivocada, son muchos los que apuntan a la especialización para sobrevivir, pero no podemos evitarlo, nos gusta lo que hacemos en diferentes ámbitos.

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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