La anunciada recuperación del Cine Central de Cartagena, que se convertirá en un moderno espacio cultural, según un proyecto de la Universidad Politécnica (UPCT), viene a poner el foco en el patrimonio relacionado con el séptimo arte que aún atesora la Región. El primer inventario nacional realizado por encargo del Ministerio de Cultura, con el fin de dar los primeros pasos para la salvaguarda de esta parte de la historia del siglo XX, incluye 38 salas que destacan por su relevancia arquitectónica y social. Repartidas por 22 municipios, Cartagena y Murcia se llevan la palma en esta selección, con ocho edificios cada uno. Pero en la relación también se abren un hueco los pueblos más pequeños, como Abanilla (con su Cine Avenida), Albudeite (Cine Arracó), Archivel (Cine Contreras) y Pliego (Cine Pliego), entre otros.
El abandono se cierne como el principal problema para estas instalaciones, oasis del entretenimiento y fábricas de sueños de la infancia. Once de los recintos inventariados se encuentran clausurados. El resto de las salas figuran como ‘reutilizadas’ o ‘en uso’, lo que tampoco asegura su conservación. En algunos casos, han perdido su esencia al reconvertirse en otro tipo de equipamientos públicos o, incluso, en establecimientos comerciales.
La importancia cultural de los cines comprende desde el valor arquitectónico y técnico hasta el patrimonio inmaterial. Su construcción, a partir de las primeras décadas del siglo XX y hasta finales de los años setenta, escenifica el progreso en el entramado urbano y permite hacer un repaso por los diversos estilos, desde el modernismo hasta el regionalismo y el racionalismo. Pero, además, contienen otros elementos importantes (como carteles luminosos, taquillas, vidrieras, murales y máquinas de proyección) e, incluso, recuerdan oficios perdidos vinculados al sector: acomodadores, viajantes de distribuidoras, personal de laboratorio…
En la Región, varias de las salas inventariadas corresponden a proyectos de arquitectos famosos. El Central, por ejemplo, es un diseño de Lorenzo Ros, con decoración interior del escayolista Agustín Sánchez; el Apolo de El Algar, de Pedro Cerdán; y, en Murcia, el Rex, de Guillermo Martínez Albaladejo, y el Coliseum, de Pedro Muguruza (quien trabajó en el Valle de los Caídos). El listado excluye las salas de verano, por su escasa presencia arquitectónica, pero cita algunos casos llamativos, como el Gran Cinema de Águilas, del año 1947, con capacidad para 1.100 espectadores. El estudio sugiere que las comunidades autónomas deberían completar el citado catálogo, actualizando las fichas y fijando la protección de aquellas salas cinematográficas que requieran de conservación. Una tarea que tiene pendiente la Consejería de Cultura.