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Miguel Rubio

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El olvido de los vencidos

Mazarrón acogerá los días 12 y 13 de julio una nueva edición de las jornadas que organiza la asociación ‘Alumbra alumbre, historia y memoria’ para recordar a los republicanos que sufrieron la deportación, el exilio y la represión franquista. El programa del encuentro, abierto al público, incluye, entre otras novedades, un taller gratuito sobre localización y catalogación de fosas de la Guerra Civil y la presentación de un estudio sobre la depuración que el franquismo aplicó a los maestros del municipio. “El colectivo de los docentes fue uno de los más castigados”, mantiene Francisca Ureña Sánchez, autora de la publicación que lleva por título ‘Culpables de enseñar a pensar’. En esta entrevista, la investigadora lamenta que cuando se cumplen ochenta años del final de la contienda todavía queda un largo trabajo pendiente: “Es importante para las familias y necesario para nuestra sociedad democrática que los juicios sumarísimos sean anulados, que las fosas comunes sean exhumadas y los restos entregados a sus parientes”.

-¿Qué heridas de la Guerra Civil permanecen sin cicatrizar? ¿Sabría decirnos cómo podrían cerrarse?

-La ley de amnistía de 1977 facilitó la transición hacia la democracia en España, pero ha propiciado que todos los delitos de lesa humanidad, de genocidio y de desapariciones durante la guerra civil y la dictadura queden impunes. No se han anulado las causas juzgadas por tribunales militares franquistas que condenaron injustamente por razones ideológicas a muchos españoles. Tampoco se ha pedido perdón a las familias de los represaliados. Durante la guerra y especialmente después del conflicto se juzgó a millares de españoles por su fidelidad al gobierno legal de la II República, condenándolos por el delito de rebelión o auxilio a la rebelión. Se produjeron muchas ejecuciones y se enterraron a los ajusticiados en fosas comunes. Es importante para las familias y necesario para nuestra sociedad democrática que esos juicios sumarísimos sean anulados, así como que las fosas comunes sean exhumadas y los restos entregados a las familias. Para cerrar heridas es importante concluir esta tarea pendiente, con normalidad y con el respeto que las víctimas y sus familias merecen. . Ha pasado tanto tiempo desde la guerra civil y desde la muerte del dictador, que resulta difícil entender por qué todavía genera polémica exhumar los restos de Franco del Valle del Escorial o incluso retirar los nombres y símbolos fascistas de las calles, que son tareas pendientes desde que se instauró la democracia en España.

-¿Entraña una mayor dificultad sacar a la luz la historia de quienes acabaron derrotados en la contienda?

-La historia siempre la escriben los vencedores. Ellos se erigen en héroes y narran sus historias; los vencidos son vilipendiados y condenados al olvido, aunque la victoria no da la razón. El gobierno legítimo del país fue vencido y los militares y la población civil que permaneció fiel a la República fueron juzgados y condenados por ello. A los ajusticiados se les negó incluso un enterramiento digno.  Los vencidos fueron condenados, humillados y su historia silenciada. El acceso a los sumarios sigue siendo complicado. Hay que solicitar permiso al archivo en cuestión y consultarlos in situ. A veces permiten fotografiar los expedientes, lo que facilita bastante el análisis posterior. A veces también ocurre que el sumario ha desaparecido. En general, el estudio de cualquier caso de represión requiere tiempo, paciencia y disponibilidad.

-¿Hay miedo a desvelar y conocer esas historias de los perdedores? ¿Sigue siendo un tema tabú en muchas casas?

-Durante la dictadura reinó el silencio. El miedo a la represión y las experiencias traumáticas contribuyeron a ello. En general, las familias conocen escasos detalles de las experiencias de exilio, deportación o represión de sus parientes. En el caso de los fusilados nadie informó a los familiares sobre el juicio o la acusación, ni les entregaron el cadáver para enterrar. Hubo exiliados que no pudieron reunir con ellos a sus familias. Algunos españoles fueron deportados a campos de concentración nazis y sus familiares se enteraron una década después de que fueran exterminados. Los excarcelados contaron muy poco de sus vivencias para no añadir sufrimiento a sus familias. La historia de los perdedores y de los vencedores está ligada, porque se trata del mismo conflicto. En la posguerra, los perdedores fueron los reos condenados y los vencedores los tribunales que los juzgaron. Los nombres de unos y otros aparecen en los documentos con estos roles que ahora pueden incomodar, como ha ocurrido recientemente en la Universidad de Alicante, donde un catedrático se ha visto obligado a eliminar de sus artículos y trabajos de investigación el nombre de un alférez franquista que formaba parte del tribunal que condenó al poeta Miguel Hernández.

Actualmente no creo que sea un tema tabú, pero las condenas injustas, los desaparecidos y las polémicas absurdas siguen causando pesar en muchas familias.  No se ha hecho nada para restablecer el honor de los vencidos.

-Su última investigación se centra en la depuración del régimen franquista entre los maestros. ¿Se cebó especialmente la dictadura con los docentes que no eran afines? ¿Por qué?

-El colectivo de maestras y maestros fue uno de los más castigados por el franquismo desde el inicio de la guerra civil. El control sobre el sistema educativo y sobre los educadores fue uno de los objetivos primordiales del fascismo con la finalidad de inculcar su ideario y adoctrinar a la población, transformándola en una masa dócil y obediente, ayudados por el temor al castigo de un régimen represivo. El proceso de depuración franquista se prolongó durante la postguerra como forma de criba y selección, y como recurso intimidatorio y represivo contra los docentes. La depuración franquista se aplicó para castigar y para evitar que los principios ideológicos defendidos durante la República pudieran desestabilizar el nuevo estado dictatorial. Por ello la depuración obvió las aptitudes profesionales de los docentes y los juzgó en base a su compromiso e implicación político y social, apartando del magisterio a quienes militaron y ocuparon cargos orgánicos en agrupaciones políticas y sindicales durante la II República, especialmente antes de la guerra.

-¿Cuándo se inició esa criba y hasta cuándo se prolongó?

-La depuración franquista del magisterio comenzó con la guerra en el territorio que quedó en poder de las tropas sublevadas y se fue extendiendo progresivamente a los territorios que iban ocupando. La Región de Murcia permaneció fiel a la República hasta el final de la contienda, por lo que el proceso de depuración franquista del magisterio comenzó en la posguerra. En Murcia comenzó en abril de 1939 y se prolongó hasta 1944 aproximadamente, aunque se tramitaron revisiones y nuevas resoluciones hasta bien entrados los años cincuenta.

-¿En qué consistió esa depuración? ¿Hubo un brazo ejecutor?

-Fue un procedimiento burocrático, estructurado y minucioso con la finalidad de apartar a todos aquellos docentes considerados no afines al “nuevo régimen” establecido tras la guerra. La depuración partía de la presunción de culpabilidad. Todos los maestros y maestras fueron suspendidos de empleo y sueldo con la entrada de las tropas franquistas y obligados a solicitar la readmisión en el magisterio. Esto supuso una primera selección, ya que hubo maestros que no solicitaron su readmisión, unos porque estaban ausentes, huidos o encarcelados, otros porque sabían que no serían admitidos por las nuevas autoridades.

El procedimiento era riguroso y existían modelos impresos normalizados para cada uno de los trámites. Los docentes, para solicitar reingreso en el magisterio debían cumplimentar una instancia, una declaración jurada y presentar dos avales de personas “de orden”. Con estos documentos la comisión depuradora provincial creaba el expediente e iniciaba el procedimiento de depuración. El docente podía ser confirmado en su puesto si todos los informes eran favorables. O podía ser sancionado si alguno de los informes lo acusaba directa o indirectamente de militancia o de conductas contrarias al “nuevo orden”. Las sanciones oscilaban entre la inhabilitación para cargos directivos y de confianza, la postergación, el traslado forzoso (estas tres podían acumularse) y la separación definitiva del magisterio.

Francisca Ureña, con dos de las publicaciones de la asociación.

Francisca Ureña, con dos de las publicaciones de la asociación.

-¿Qué ha pretendido con este estudio que ahora ve la luz?

‘Culpables de enseñar a pensar. La depuración franquista del magisterio en Mazarrón’ es un estudio sobre la depuración de los maestros y maestras que ejercieron en Mazarrón durante la II República y que fueron sometidos al proceso de depuración en 1939. El estudio incluye a los docentes exiliados y procesados por tribunales militares que no solicitaron su readmisión al magisterio y por tanto no se le instruyó expediente de depuración. El estudio responde al deseo personal de conocer quiénes fueron los maestros y las maestras de Mazarrón durante la II República, la repercusión de su trabajo en la sociedad y cómo les afectó la represión de posguerra. La finalidad última es honrar su memoria y destacar la importante labor profesional y social que realizaron en Mazarrón.

En el municipio había veintinueve docentes cuando comenzó la guerra en 1936 (treinta y dos cuando acabó en 1939). Veintidós cursaron la solicitud de reingreso al magisterio y fueron sometidos a depuración, de los cuales diecisiete fueron confirmados en sus puestos sin sanción y siete fueron penalizados, tres de ellos con la separación definitiva del magisterio. Siete maestros no solicitaron su reingreso al magisterio por diferentes motivos. Dos partieron al exilio, y tres fueron sometidos a procesos sumarísimos, uno fue condenado a treinta años de reclusión y otros dos fueron condenados a muerte y fusilados.

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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