“La arquitectura es un milagro”. Lo ha dicho Víctor López Cotelo en Murcia, en su primera intervención pública tras alzarse con el Premio de Arquitectura Española 2015 por la recuperación del antiguo hospital militar de Granada. Un proyecto que le ha llevado dieciocho largos años de trabajo, con un sinfín de dificultades -“había dejado el tabaco, y he vuelto a fumar una cajetilla diaria”, reconoció ante el auditorio- y en el que ha logrado plasmar una de sus obsesiones: que la mano del arquitecto pase inadvertida en el resultado final de la obra. En su charla, organizada por el Colegio de Arquitectos de Murcia (Coamu), López Cotelo, que en sus inicios colaboró con Alejandro de la Sota y que ha cumplido dos décadas impartiendo clases en Munich, desgranó qué es para él esta profesión. En resumen, el proyectista defiende que la arquitectura debe servir para “mejorar la vida de la gente”, creando un “ambiente que estimule al ciudadano en su libertad”. En este sentido, “al arquitecto no deberían pagarle por ver la realidad evidente, sino por saber apreciar la realidad oculta”. Una habilidad que radica en descubrir “qué necesita la sociedad, cuáles son sus anhelos”. Así el conferenciante, que siempre ha huido de las modas, comparó al profesional con una solitaria antena capaz de percibir esas demandas para después materializarlas en un proyecto, que puede ser un edificio, una ciudad o todo un territorio en el que “la vida sea lo más agradable posible”.