El abandono se ceba con la arquitectura industrial moderna, la gran olvidada en los planes de protección y conservación. Y si no miren la Central Lechera Murciana (en la carretera de Alicante, en Monteagudo) pasto de la ruina pese a su relevancia no solo desde el punto de vista constructivo, como destaca la Fundación Docomomo, sino también como referente del desarrollo económico que experimentó la Región a mediados del siglo pasado. Ahora, otra edificación se suma a este penoso olvido. Los arquitectos Jerónimo Granados González y Francisco José Fernández Guirao han lanzado un SOS para tratar de salvar de la pala la subestación eléctrica de Lorca, junto a la antigua carretera de Granada, ya fuera de servicio y pendiente de su desmantelación. Ambos profesionales ven en esa construcción un “emblema de la arquitectura moderna de la Región” y consideran que las autoridades competentes deberían plantearse su conservación.
Sus argumentos vienen recogidos en una interesante ponencia que presentarán a finales de mes en el XI Congreso Internacional Historia de la Arquitectura Moderna Española, en Navarra. La investigación, titulada ‘La modernidad formal de la subestación eléctrica de Lorca’, indaga en los orígenes de esta infraestructura, fruto del aumento de la demanda eléctrica de principios de los sesenta, y mantiene que a nivel constructivo la edificación muestra claras influencias de la arquitectura norteamericana y europea de la mitad del siglo XX. “Siguiendo el ejemplo de arquitectos como Mies van der Rohe, Craig Ellwood y Pierre Koenig, o firmascomo S.O.M., se apostó por el empleo de formas volumétricas rotundas, construidas mediante elementos prefabricados, estructura metálica y cerramientos de ladrillo, en una distinción clara de elementos portantes y paños de cerramiento, casi una arquitectura de piel y huesos”, describen los autores. En definitiva, y de ahí su importancia, la subestación de Lorca supone un cambio radical con respecto a la arquitectura industrial tradicional. “Los elementos metálicos se habían limitado a columnas de fundición, puentes, castilletes, cerchas y marquesinas, fundamentalmente en estructuras ferroviarias, mercados y almacenes. La crisis económica de posguerra no posibilitaba la producción masiva de materiales prefabricados, por lo que se tuvo que recurrir a materiales tradicionales como la piedra y el ladrillo, o bien, recurrir al hormigón, gracias a su tecnología más asequible”, detallan Granados González y Fernández Guirado.
El trabajo de estos dos arquitectos merece al menos una reflexión por parte de los responsables de Cultura. No vaya a ser que con el anunciado derribo se dé otro bocado a la historia reciente de Lorca y de la Región.