Lo sé. No iba a ser yo, en mi primera incursión como ‘arqueólogo’ voluntario, quien descubriera la Piedra Rosetta del Castillejo de Monteagudo; pero si algún día la puesta en valor de la finca palaciega de Ibn Mardanis, conocido también como el Rey Lobo, se convierte en una realidad, siempre podré decir que puse mi granito de arena. Mejor dicho: más que poner, quitar. Porque fueron cinco las carretillas de tierra que mis compañeros de cuadrilla, también por amor al arte, y yo sacamos del yacimiento, a golpe de piqueta y paleta catalana, durante las cuatro horas que duró la experiencia, hasta que la lluvia obligó a emprender una retirada a la carrera.
La mañana del sábado, fría y gris, comenzó de la mano de Francisco Muñoz, responsable de campo de la excavación, con una didáctica charla acerca de cómo avanzan las labores y de la importancia de este asentamiento de época islámica. El proyecto, impulsado sabiamente por el arqueólogo Julio Navarro, de la Escuela de Estudios Árabes-CISC, trata de arrojar luz sobre la almunia de Ibn Mardanis, rey de Murcia entre 1147 y 1172, una extensa hacienda de recreo y producción agrícola que albergó lujosos pabellones, construcciones auxiliares, una alberca de 3,2 hectáreas y hasta una muralla con ciertas similitudes a la que protegía la ciudad. Si han estado en el Generalife de Granada ya pueden hacerse una idea.
Las excavaciones, que ya han permitido constatar la relevancia histórica del yacimiento de Monteagudo, pueden deparar algunas sorpresas, como que el palacio del Castillejo tuvo más bien un uso institucional, para las recepciones que ofrecía el rey, mientras que las estancias residenciales de Ibn Mardanis y su corte estarían abajo, en la misma almunia, entre acequias y cultivos de huerta. Para apuntalar esta hipótesis, Muñoz cuenta que se han encontrado restos de pavimento de mármol, un material demasiado valioso como para emplearse, sin más, en cualquier dependencia. Por cierto, los almohades arrasaron con todo, como se ha podido confirmar también gracias a los restos de fuego localizados durante las labores.
Los trabajos arqueológicos de Monteagudo están abiertos a la participación de voluntarios. Es una excelente oportunidad para acercarse y conocer de primera mano este yacimiento, llamado a convertirse en uno de los referentes de una ‘nueva’ Murcia que por fin vuelve la mirada hacia uno de sus legados más ricos. Recomiendo la experiencia, pero olvídense de Indiana Jones: el trabajo, en algunos momentos, puede resultar físicamente duro y, también, frustrante. Lo más cerca que creí estar de una pieza de valor fue lo que pensé que era una punta de flecha. Acabó en el montón de tierra, porque solo era una piedra oscura con forma de pico. Pido disculpas por mi ignorancia. Los compañeros de la otra cuadrilla tuvieron más suerte: encontraron algunos restos cerámicos y pequeños trozos de cristal. Nada del otro mundo; “lo cotidiano”, según Muñoz, aunque ya tienen algo más que contar que yo.