Sobre el terreno, resulta harto complicado hacerse una idea de cómo era la fundición Santa Elisa. Porque en la parcela que ocuparon las instalaciones, entre el cabezo del faro y la playa de La Isla, en Puerto de Mazarrón, hoy apenas quedan restos apreciables. Entre 1886 y 1927, estas dependencias industriales simbolizaron el progreso que alcanzó el municipio gracias a la riqueza de sus cotos mineros. La fundición, con una producción diaria de 62 toneladas gracias a la tecnología más moderna de la época, según recuerda el cronista Mariano Guillén en su libro ‘Mazarrón, 1900’, regresa a la actualidad gracias a un proyecto inmobiliario. La promotora cartagenera Urbincasa prevé la construcción de 400 viviendas en una parte de esos terrenos, reservando una parcela para la conservación de lo que queda de los cuatro altos hornos que tuvo la fábrica y otra para acoger el futuro museo del pecio fenicio, según informa el Ayuntamiento.
La destrucción siguió al cierre de las instalaciones con el fin de aprovechar hasta el último resto de plomo adherido a los muros. Así que hoy día apenas sobresalen, entre la basura y la maleza, algunos paños de mampostería y tramos desvencijados de las estructuras de las chimeneas. También es visible la trinchera de la puerta principal, excavada en la piedra, por la que accedía el tren cargado de mineral. Y poco más. Según Guillén, las instalaciones albergaron un taller de mecánica, una fragua, una carpintería, una machacadora, una báscula, un laboratorio químico y un comedor para los obreros. Ya solo algunas fotografías de la época dan testimonio de ese destacado pasado industrial.
La conservación de los altos hornos de ‘Santa Elisa’ que anuncia el Consistorio no debería quedarse como un proyecto aislado. La iniciativa, cuya financiación aún presenta dudas, debería aprovecharse para contextualizar la arquitectura fabril que se conserva en la zona con el fin de explicar a vecinos y visitantes la importancia industrial que atesoró este enclave durante casi medio siglo. El paraje ofrece un sinfín de posibilidades, como una nueva ruta senderista, debido a la proximidad del faro y del mirador del Sagrado Corazón. Desde el emplazamiento que ocuparon las dos chimeneas, en lo más alto del cerro, las vistas de la bahía y, en especial, de la isla de Adentro son únicas.