Hay un dicho popular que probablemente todos hemos escuchado en alguna ocasión: “Los trapos sucios se lavan en casa”. Y otro que a nadie resulta extraño: “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”. Pero cuando los trapos sucios se airean a los cuatro vientos, cuando tu suegro hace emitir un comunicado en el que se habla de tu “comportamiento no ejemplar”, cuando antes de ser juzgado e incluso imputado por un Tribunal el padre de tu mujer hace que pases al lado oscuro… Pues, obviamente, si quien tienes más cerca no cree o, como poco, duda de tu inocencia, fácilmente el resto de hijos de vecino pienses igual, parecido o peor. Y sí, está muy feo juzgar sin haber sido juzgado, sentenciar sin que un juez haya dictado un auto, pero quien más y quien menos, con más o menos pasión, se pone la toga con la misma facilidad que los domingos entrena equipos de fútbol. Sí, a Iñaki Urdangarin, duque de Palma, se le linchó públicamente por apropiarse, presuntamente, de lo que no era suyo; por aprovecharse de su posición, por no haber sido un hombre ejemplar, ni un yerno ejemplar. Y el primero que lo hizo fue su propio suegro. Es el Rey el único que puede decidir quién de su familia representa o no a la Corona. Y ante la primera duda, don Juan Carlos cortó por lo sano. Apartó de toda actividad a Urdangarin y también a su hija, a la infanta Cristina.
Desde que eso ocurrió, hace ahora un año, no se tenía constancia pública de un encuentro entre el Monarca y el duque de Palma. Es más, se rumoreó y se comentó, y se publicó no una sino varias veces, que el Rey se mostraba inflexible en este tema, hasta el punto que había prohibido la entrada a Palacio de Iñaki Urdangarin. De ahí aquella escapada de las navidades pasadas de la Reina a Washington que fue portada de la revista ‘¡Hola!’, de ahí… Una escenificación perfecta en la que nos llegamos a creer que la relación entre don Juan Carlos e Iñaki Urdangarin era nula. O eso o este domingo al Rey le dio un algo cuando vio cruzar al marido de la infanta Cristina el umbral de su habitación en el hospital. ¿Por qué ahora? ¿Qué ha pretendido transmitir la Casa Real con este encuentro? La versión oficial que sale de Zarzuela es que Urdangarin no fue a visitar al jefe de Estado, sino al padre de su mujer. Si es la oficial será la buena. Pero, del mismo modo, uno se pregunta si el día que Urdangarin perdió a su padre, el día que se murió el abuelo de los nietos del Rey, don Juan Carlos no debería haberse trasladado a Vitoria para acompañar a su yerno, a su hija y a sus nietos. La versión oficial de entonces es que el monarca estaba convaleciente de la operación de su cadera derecha. Ahora, meses después, con la intervención de la izquierda, oficialmente Urdangarin vuelve a entrar en la familia. Y el Rey parece que ha tenido o ha querido tragar. Después de haber desayunado un par de huevos… Ahora solo falta esperar que dentro de unos días, cuando salga del hospital, el Rey pronuncie eso de “lo siento, me he equivocado y no volverá a pasar”. Una declaración que bien serviría para absolver a Urdangarin de la pena que la Casa Real le impuso hace un año o bien para reafirmarse en que el reencuentro familiar fue un error.