Se despide con una sonrisa. Con un atuendo informal. Camisa y chaqueta. Las corbatas son para otras ocasiones. Junto a él, la mujer por la que renunció a un reino. También ella sonríe. Apoya levemente su cabeza en la del príncipe valiente. Así se le conoce en Holanda. Mejor dicho, así se le conocía. En pasado. Porque Johan Friso dejó este 12 de agosto de 2013 de tener incluso presente. El futuro se lo había enterrado un alud en febrero de 2012 en la estación austriaca de Lech. Y con esa instantánea de uno y otra sonrientes y unas breves líneas, el rey Guillermo-Alejandro se despide de su hermano.
44 años. Viuda y dos hijas. El segundo hija de la reina Beatriz hace años que salió del día a día de la Familia Real holandesa. Lo hizo por decisión propia. El parlamento no vio con buenos ojos su compromiso con la princesa Mabel. Su pasado pesaba demasiado. Mantuvo una relación con un conocido traficante de drogas, asesinado una década antes de iniciar su relación con el príncipe holandés. Así que, ante la primera oposición, y sin dudarlo, renunció a la línea de sucesión al trono y metió en su vida, y en Palacio, a quien quiso.
La pareja poco ha dado que hablar desde que se casaron. Su papel pasó a ser discreto. Se les vio en algún acontecimiento familiar y poco más. El trágico accidente le devolvió la notoriedad a la que renunció por amor. Y hasta la princesa Mabel comenzó a ganarse el cariño del pueblo, más cuando fue la acompañante de su suegra en su abdicación al trono y posterior coronación del rey Guillermo-Alejandro.
Se acabó. Johan Friso ya es Historia. Con mayúscula.