La Princesa de Asturias no es tonta. Ni lo era antes ni lo es ahora. Sabe lo que dice, cuándo lo dice y por qué lo dice. Es periodista, fue profesional del periodismo, y sabe de qué va este negociado. Así que quien crea que algo lo deja al azar está muy, pero que muy equivocado. Doña Letizia sabía y sabe que iba a ser y es centro de todas las miradas, que se la va a examinar con lupa y, lo peor, que está permanentemente expuesta a la crítica. Es más, soy de los que piensan que da igual lo que haga, porque siempre va a haber alguien a quien le incomode su actitud. Si sonríe, malo; si no sonríe, también malo. Así que, con tal panorama, doy por hecho que después de casi una década como esposa del Heredero de la Corona y madre de futura Reina de España tiene la lección bien aprendida, y asumida. Y lo doy por hecho porque, insisto, doña Letizia no es tonta.
Y todo esto viene a cuento porque en Zarzuela tienen un problemón. Y bien gordo. Porque la Princesa vuelve a ser el centro de las críticas. Ni cuando entró en Palacio tuvo tal recibimiento. Y eso que, y no me cansaré de decirlo, Letizia Ortiz Rocasolano, hija de José Luis y Paloma, podía tener mil virtudes, pero no era el estereotipo de princesa perfecta. Y sí, simplemente por el hecho de estar divorciada. Entonces, el pueblo tragó (tragamos) que era una chica de su tiempo, moderna, preparada… Ahora la rumorología dice que no se adapta, que le agobia la vida de princesa, que quiere preservar una parcela de su vida privada. Y, sinceramente, no sé si será cierto o no, pero como que casi me da igual. En su posición de futura Reina de España, doña Letizia no puede permitirse el lujo de que circulen ciertos comentarios sobre ella. Y, sinceramente, hay temas que se nos escapan a todos, pero otros no. La Princesa no debe, como hizo este verano, tomar un avión desde Palma y dejar a su marido e hijas, por poner solo un ejemplo. No puede hacer eso. Porque, le guste o no, vive de la imagen. Es Princesa las 24 horas del día. Ese fue el compromiso que ella misma adquirió porque le dio la gana.
Y su imagen, sí, está dañada. Se dicen auténticas barbaridades de ellas, que me juego algo a que el 99% carece de toda credibilidad, pero ese 1% puede ser letal para ella. Y para la institución a la que representa. Es que Letizia Ortiz Rocasolano dejó de ser Letizia Ortiz Rocasolano para convertirse en doña Letizia, en Princesa de Asturias. Y sí, probablemente el título sea demasiado pesado; quizás eso de doña delante del nombre le incomode, pero… Es lo que hay. Y como no hay otra cosa, la esposa de don Felipe no puede permitirse el lujo, por ejemplo, de que esta mañana circule por las redes que ayer, en un acto de entrega a mujeres trabajadoras, se quejara de lo duro que es compatibilizar vida profesional y cuidado de las niñas. Ella no puede decir eso, aunque lo piense. Y quizás eso que se dice es falso, pero, de un modo u otro, vuelvo a lo mismo: Letizia tiene un problemón si no consigue frenar la rumorología que se ceba sobre ella. Y estoy convencido de que ella sabe como hacerlo. Otra cosa es que quiera. Entonces, sí que sí, la que tendrá un problemón será la Monarquía.