Era tan perfecta, tan perfecta, tan perfecta, que resultaba perfectamente aburrida. El punto exacto de guapa, sin pasarse; la hija perfecta, la hermana perfecta, la novia perfecta, la esposa perfecta, la nuera perfecta, la madre perfecta… Ah, y a todas estas, la princesa perfecta y ahora… sí, por fin, la reina imperfecta. Matilde de Bélgica tiene una mancha, una manchita tampoco nos vamos a engañar, pero por primera vez sale a la luz un puntito negro en su vida inmaculada. Tan blanca es que hasta para su entronización eligió ese color. Como si fuera a casarse. Vamos, que el caso es que el año pasado por estas fechas, la hoy reina de los belgas, junto a sus tres hermanos, creó una sociedad comercial llamada ‘Groupement forestier de Losange’ con un capital de 3,3 millones de euros. Ella aportó, según dio a conocer la radiotelevisión pública francófona RTBF, 670.000 euros. La sociedad se encarga de gestionar terrenos, edificios y estanques. Y no, no es algo que no pueda hacer una reina. Y sí, se puede llegar a entender que Matilde, que es de buena familia, no tiene por qué renunciar a la parte del pastel que le corresponde de los Dudeken. Pero como que no se espera de una reina tan perfecta. Y no se espera porque lo que se ha perseguido con esta sociedad que ahora cumple un año es una doble ventaja fiscal. Es algo parecido a lo que en su día hizo la reina Fabiola, otro reina casi perfecta, salvo porque no pudo dar un heredero al trono, con la fundación privada que creó.
Y la noticia de la imperfección de la reina Matilde se hace pública apenas tres días después de conocerse que el parlamento belga prepara una código de buena conducta para los miembros de la familia real, del que quedarán al margen los actuales reyes. No se libran el anterior soberano, ni la reina Paola ni los hermanos de Felipe de Bélgica. Con la reforma, se pretende que estén sujetos a la fiscalidad directa e indirecta, así como a las reglas de transparencia y de control por parte del Tribunal de Cuentas. Y si incumplen lo fijado, unos y otros se enfrentar a ver reducidas sus remuneraciones. Este año, el rey Alberto tiene una asignación de 923.000 euros; la reina Fabiola, 461.500; la princesa Astrid, 320.000, y el príncipe Laurent, 307.000.